Por qué ser el jefe gracioso no siempre es buena idea

08 feb 2021

5 min

Por qué ser el jefe gracioso no siempre es buena idea
autor
Javier Lacort

Redactor freelance especializado en tecnología y startups

Entre las muchas opciones de liderazgo que existen está la de ser un jefe cercano, divertido, que busque sacar constantemente una sonrisa a sus empleados como forma de ganarse su simpatía y evitar conflictos. Efectivamente, es una opción, pero cuidado porque pasarse de bromista en ciertos contextos puede no gustar a los demás. Analizamos con Óscar Asensio, director de personas en los servicios centrales de Laboral Kutxa, en qué situaciones profesionales el humor puede resultar útil y en cuáles ser gracioso puede estar fuera de lugar.

Cuando leemos juntos los conceptos mánager y divertido, seguramente muchos de nosotros dibujamos en nuestra mente el rostro de Michael Scott, el personaje que interpretaba Steve Carell en la magistral serie The Office. Michael representaba la parodia de un jefe que no se preocupaba especialmente por el negocio o el bienestar de sus empleados, pero sí buscaba constantemente la aprobación de los demás pasándose el día de cachondeo. Pero más allá de la hipérbole de la ficción, lo cierto es que la figura del mánager que tiende en exceso al chiste y la broma existe, a pesar de que, tal como explica Óscar Asensio, no es nada recomendable abusar de este recurso para la gestión humana.

Algunas veces el humor puede ser útil… y otras no

El mánager es el responsable de gestionar el trabajo de un equipo, y por ello su objetivo ha de ser sacar lo mejor de cada uno de los miembros y de las interacciones que tengan entre ellos, pero sin olvidar que cada persona tiene un carácter, unos valores y unas prioridades distintas. También se encuentran en momentos vitales y profesionales dispares. Y esas diferencias en el grupo han de tenerse en cuenta a la hora de dirigir.

“Hay que tener en mente que el liderazgo es como jugar al golf, hacen falta varios palos en función de la distancia a la que está el hoyo o el ángulo que queramos darle a la bola. Con el liderazgo hay que tener varias formas de gestionar en función del contexto. Si solo tienes una o dos, el humor puede ser el recurso fácil, pero no se trata de eso. Tu equipo esperará de ti que les orientes”, explica Óscar Asensio, Director de Personas en los servicios centrales de Laboral Kutxa.

Sin embargo, según comenta el experto, presentarse como el “jefe gracioso” para lograr ganarse la confianza de su equipo es un recurso especialmente utilizado entre los mánagers jóvenes ante la falta de ciertos conocimientos o de experiencia. Pero el humor es una herramienta de la que no se debe abusar, especialmente a la hora de dirigir un equipo: “Un jefe cercano, afiliativo, es el que es majete y puede relajar el ambiente, pero también que se preocupa por ti, que es realmente cercano, que conoce tu situación y la comprende. Ser simplemente el jefe cachondo… Es algo muy pobre. Para un rato en la máquina de café está bien, pero luego se queda muy corto”, recuerda Óscar.

Por ello es crucial discernir, en el caso de que se opte por la vía de la cercanía y el humor en momentos puntuales, qué ocasiones son apropiadas para las bromas (y qué tipo de bromas), y cuáles no. Si el equipo tiene que quedarse hasta la madrugada para lograr terminar un proyecto y cumplir con la fecha límite, una broma en un momento de la noche puede ayudar a relajar el ambiente y sacar una sonrisa con la que encarar mejor el resto de la jornada. Si alguien lo está pasando mal por algún motivo personal, una broma fuera de lugar posiblemente nos deje en un pésimo lugar del que difícilmente podremos salir.

Humor mal utilizado: entre el mal gusto y la pérdida de credibilidad

Ocasiones en las que el humor puede ser percibido como una falta de sensibilidad han sido especialmente visibles en los últimos meses, en los que tanto trabajadores como mánagers han tenido que enfrentarse a situaciones especialmente complicadas. La búsqueda constante de comentarios divertidos puede volverse en contra del mánager, sobre todo en circunstancias donde el ambiente no sea positivo de por sí.

“Con el país en una situación económica negativa, con un impacto en las cuentas de las empresas, en mitad de una pandemia… si llegas a la oficina y te encuentras un jefe cachondo que cuenta chistes, te ríes diez minutos, pero ya está. Hacen falta otras cosas para dar contexto, tranquilizar, orientar…”, asegura el experto, y pone un ejemplo concreto: “Imagina que en una reunión para anunciar recortes o un ERTE te encuentras al jefe diciendo tonterías. Sienta muy mal. En otras ocasiones puede venir bien para relajar el ambiente y hacer piña, pero cada cosa tiene su momento”.

En situaciones feas es muy fácil cruzar la raya de la mala educación, pero incluso en situaciones más grises, menos trascendentes, lo único que se consigue forzando un carácter divertido es que la gente le haga menos caso cada día y se incurra en una pérdida de credibilidad”, comenta Óscar.

¿Qué opina el equipo?

¿Recurrimos con frecuencia a la chanza y la guasa? Nuestro equipo lo va a notar y no siempre lo encajará como a nosotros nos gustaría. Seguramente las consecuencias sean poco más que un par de ojos en blanco o algún comentario entre compañeros ante la máquina de café, pero sí puede provocar una pérdida de autoridad de nuestra figura: si es un humor de bajo pelaje, simplón y demasiado frecuente, directamente podremos llegar a avergonzar a nuestros empleados (el malestar que provocaba Michael Scott traspasó la pantalla más de una vez, por muy divertido que fuese verlo desde fuera).

Si además de eso hacemos una broma especialmente inoportuna, como una relacionada con los rasgos personales de un empleado, y sobre todo si la repetimos con frecuencia, podemos estar atravesando una línea roja. “Ahí rompes la confianza para siempre, probablemente. Y se pueden activar los protocolos contra el mobbing”, explica Óscar.

Evidentemente, no será lo más habitual y hará falta más que una broma desafortunada para perder el respeto de nuestro equipo y nuestra credibilidad, pero como mánager necesitas ser respetado por tu equipo. Hacer un mal uso del humor como herramienta es un camino muy sencillo para alejarnos de ese objetivo.

Tres consejos para el mánager

¿Temes replicar los errores de quien no ha sabido usar el gran potencial del humor como recurso? Tres consejos básicos a tener en cuenta:

  1. Repasa situaciones pasadas. Si te preocupa que las bromas y comentarios graciosos se te vayan de las manos, rememorar situaciones en las que recuerdes haberlas utilizado. ¿Cuál era el tema que se estaba tratando? ¿Cuál fue la reacción del equipo? ¿Reaccionaron todos de la misma manera? ¿Cuándo sentiste que no había espacio para una borma más? Quizás descubras que un solo comentario cómico suele suficiente para relajar el ambiente, o que hay compañeros con quienes del humor no es un recurso a utilizar porque su personalidad pide otro tipo de liderazgo. Tenerlo en cuenta puede ayudarte a identificar cuándo puedes usar este recurso y cuándo está fuera de lugar.

  2. Permanece atento a las señales. De la misma forma que pones un pie en el agua antes de lanzarte a la piscina, lee el lenguaje no verbal y el contexto de cada situación para entender si encaja bien o mal un recurso humorístico con el que aliviar tensiones. Ante una sensación tensa, es un buen recurso si la persona a quien te diriges tiene un historial relajado y receptivo para las bromas. Si hay una situación demasiado dura, con una angustia real por parte de un miembro de tu equipo, seguramente sacar tu vena graciosa sea una pésima idea. Se trata de entender situaciones y actuar en consecuencia.

  3. Nunca uses el humor para camuflar un error o esquivar críticas. Si has cometido un error, simplemente has de reconocerlo, pedir disculpas a quien corresponda y aprender de ello para que no se repita. Tratar de camuflarlo con un chiste o un comentario sarcástico no te ayudará: te presentará como alguien sin capacidad de autocrítica y humildad ante el resto del equipo, y esa es una línea roja que no queremos cruzar un intento de mostrarnos divertidos.

Foto de WTTJ

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