Cómo vencer el síndrome del “buen alumno”

Nov 09, 2020

6 mins

Cómo vencer el síndrome del “buen alumno”
author
Coline de Silans

Journaliste indépendante

Siempre fuiste el primero de la clase, tanto si se trataba de jugar con plastilina en la etapa preescolar como de aprender logaritmos neperianos en la ESO. Aunque tus amigos tenían que esforzarse por sacar un 10 en un examen, tú lo lograbas con facilidad. Es más, casi te desmayabas si sacabas una nota más baja (por suerte esto casi nunca pasaba). Sin embargo, desde que entraste en el maravilloso mundo laboral, te has visto obligado a afrontar una sensación completamente desconocida: la de pasarlas canutas. No importa que te esfuerces al máximo, ni que hagas excelentes presentaciones y cumplas con todos los objetivos, pues parece que el reconocimiento que esperas nunca llega. Peor aún, hay personas que no son tan dedicadas como tú, pero que ascienden mucho más rápido. Todo esto te lleva a preguntarte: ¿por qué todo lo que funcionaba en la escuela no te da resultado en la empresa? ¿Por qué ser “buen estudiante” no es suficiente para lograr el éxito profesional? Para entender las causas del síndrome del “buen estudiante” y descubrir cómo superarlo, entrevistamos a Karine Aubry, ‘coach’ y autora de un libro sobre este tema que será publicado en enero de 2021.

¿Cómo saber si sufres del síndrome del “buen estudiante”?

Es importante diferenciar al “buen estudiante” del perfeccionista. Este último cuida excesivamente cada detalle en los trabajos que realiza y se preocupa de manera exagerada por que todo esté perfecto, tanto si se trata de una tarea que realiza para otra persona como para sí mismo. Por su parte, el “buen estudiante” presta demasiada atención a las expectativas de los demás, por lo que siempre intenta anticipar lo que esperan de él para superar esas expectativas. En otras palabras, el perfeccionista es exigente consigo mismo incluso cuando su trabajo no es evaluado por nadie más, mientras que el “buen estudiante” solo lo es cuando se encuentra bajo la mirada externa.

Es difícil identificar el síndrome del “buen estudiante” porque no existe un perfil específico. Puede ser el resultado de haber recibido cierto tipo de educación: por ejemplo, si de niño te enseñaron que debías escuchar a los demás antes de hablar, si no te felicitaban por tus logros o si siempre te fue bien en la escuela porque respetabas las instrucciones y las órdenes de los profesores. La personalidad también influye, pues las personas de naturaleza menos segura y audaz tienen más probabilidades de sufrir este síndrome. Por otro lado, diversos especialistas creen que podría afectar más a las mujeres, ya que estas suelen recibir menos reconocimiento en el trabajo debido a que el mundo laboral está dominado en la mayoría de los casos por hombres.

Aunque no existe un perfil exacto, Karine identifica tres características comunes de los “buenos estudiantes”: son personas que quieren hacer las cosas bien, que respetan las normas e instrucciones, y que creen que los demás están más capacitados que ellos para evaluar su trabajo. “Los ‘buenos estudiantes’ en las empresas suelen ponerse por debajo de los demás y no saben autoevaluarse, lo cual les lleva a perder el control de su destino”, explica la “coach”.

Qué problemas conlleva

El mayor problema de las personas con este tipo de perfil es que, como siempre se adaptan a las expectativas de los demás (las de los padres al principio y más tarde a las de profesores y superiores), ponen sistemáticamente su progreso personal en manos de otra persona. Por otra parte, aunque seguir instrucciones y respetar las normas les fue suficiente para aprobar el año en la secundaria, no lo es a la hora de ascender en una empresa. “El problema de fondo está en la concepción de lo que se debe hacer para tener éxito en el trabajo”, analiza Karine. “Los ‘buenos estudiantes’ creen que si hacen lo que se espera de ellos, todo va a salir bien, pero con frecuencia no reciben el reconocimiento deseado”.

Esto se debe a que los criterios para lograr el éxito laboral son muy diferentes de aquellos que garantizan el éxito escolar. Una empresa valora al empleado por su proactividad y por su capacidad de innovar, adaptarse, cooperar con los demás y destacar su trabajo. La reticencia del “buen estudiante” a alejarse de lo convencional y su falta de capacidad para desmarcarse (independientemente de lo que piensen los demás) se convierten en obstáculos para su evolución profesional.

En consecuencia, se trata de empleados a los que los mánagers suelen recurrir, pero sin ayudarles a evolucionar. “Es una posición muy ingrata, porque son personas en quien se puede confiar y trabajan muy bien. Por eso a menudo se les asigna una mayor carga de trabajo que a sus compañeros sin que ello conlleve un mejor salario ni beneficios”, afirma Karine Aubry. Su dedicación y capacidad de trabajo convierten a menudo al “buen estudiante” en la persona a quien los demás delegan tareas importantes o piden ayuda en el último minuto. Hasta el día en que esto empieza a causar problemas.

¿Cómo convertir este síndrome en una fortaleza?

“El punto de quiebra se da cuando la persona toma conciencia de su posición: ya sea porque está harta de ver cómo los demás evolucionan y ella no, porque ha recibido un feedback negativo por parte de un mánager o porque la falta de reconocimiento le está afectando demasiado”, explica la experta. Aunque no se han realizado estudios cuantitativos sobre el tema, parece que los “buenos estudiantes” sufren burnout con más frecuencia que la media, pues su criterio de exigencia personal es mucho más alto que el que se le impone, lo que pone al individuo bajo mucha presión. Por lo tanto, el objetivo no es tomar conciencia del problema, sino descubrir cómo resolverlo, lo que no es tan fácil como parece.

“Se trata de cambiar la forma de ver el mundo y deshacerse de la idea de que ‘si hago las cosas bien, me va a rendir frutos’”, explica Karine. “Se necesita un tiempo de adaptación para cambiar de enfoque, aceptar ciertas cosas y transformar el perfil del ‘buen estudiante’ en una fortaleza”.

Las etapas del cambio

Define tus criterios personales

Pregúntate qué deseas hacer realmente en la empresa, qué significa para ti hacer un buen trabajo (sin tener en cuenta el juicio externo) y qué deseas lograr al permanecer en la compañía. Después, el siguiente paso es analizar si tus respuestas se ajustan (o no) a la realidad. Esto puede ayudarte a identificar aquello que no funciona en tu situación actual, por ejemplo: “¿Por qué me encargo de gestionar una parte de las tareas administrativas si se supone que formo parte del equipo creativo?”.

Identifica tus fortalezas

“Adaptarte a los demás puede ser una cualidad muy valiosa, siempre y cuando no exageres. La idea no es que te olvides de ti mismo, sino ver cómo esa flexibilidad puede ayudarte a alcanzar tus objetivos”, explica Karine.

Asimismo, tener una gran capacidad de trabajo puede ser una ventaja si se canaliza de manera adecuada con el fin de lograr objetivos útiles. “Es necesario que concentres tu energía en los aspectos fundamentales y pienses ‘voy a ser buen estudiante, pero para lo que es realmente importante’. Con el fin de disponer de la energía necesaria para lograrlo, debes prestar menos atención a los elementos no esenciales. Se trata de restar por un lado y sumar por el otro, lo que te ayudará progresivamente a darte cuenta de que puedes ser menos meticuloso en algunas tareas sin que ello represente ningún problema”, añade Karine. Por ejemplo, es mejor que un empleado encargado de la firma de un contrato se centre en la exactitud de las cláusulas jurídicas que en el formato gráfico del documento.

Establece un plan para alcanzar tus objetivos

Si te das cuenta de que no recibes el reconocimiento que mereces, es recomendable determinar qué acciones precisas te ayudarían a remediar la situación: quizás explicar claramente a tu jefe cuáles son tus expectativas, volver a negociar tu lista de tareas o incluso cambiar de puesto si no hay ninguna otra alternativa.

Evita seguir siendo siempre un “buen estudiante”

Aprender a escuchar el feedback que recibes es fundamental para no quedarte bloqueado en la actitud de “buen estudiante”. Si a la hora de entregar un trabajo, tu responsable te dice: “¡Vaya, no esperaba tanto!”, puedes sentirte orgulloso de haber superado sus expectativas pero también recuerda que la próxima vez quizás puedas dedicar un poco menos de tiempo a la misma tarea. Para aquellas personas que temen realizar un mal trabajo, una buena idea es pedir más información para aclarar el grado de minuciosidad con el que se deben realizar una tarea, con el objetivo de reajustar sus exigencias y ahorrarse un estrés innecesario.

“Para ganar más confianza, puedes hacer pequeñas pruebas, como entregar un trabajo con el que estés satisfecho al 97% pero no al 100%, a ver qué ocurre. A menudo, el resultado es que has cumplido con todas las expectativas. Esto puede ayudar a las personas que sienten que tienen demasiada carga de trabajo a relajarse un poco y darse cuenta de que el nivel de exigencia que se imponen es mucho más alto de lo esperado”.

Tener una buena comunicación con tus responsables para entender qué es lo que realmente esperan de ti en lugar de basarte en tus propios criterios, aprender a pedir feedback sobre tu trabajo y hablar alto y claro sobre aquello que es importante para ti, son algunas de las claves para evitar sufrir del síndrome del “buen estudiante”. También es importante que recuerdes felicitarte cuando hagas un buen trabajo, en lugar de solo criticarte con dureza. Dejar de ser el “buen estudiante” requiere un esfuerzo, pero es un cambio que vale la pena ya que contribuirá de forma significativa a tu desarrollo personal.

Traducido por Andreína Gil

Foto de WTTJ

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