Así ha silenciado el coronavirus la industria de los festivales

06 jul 2020

9 min

Así ha silenciado el coronavirus la industria de los festivales
autor
Laia Antúnez

Freelance Content Creator

Vivimos en el país de los festivales, pero la crisis sanitaria y económica derivada de la Covid-19 ha arrasado con ellos. Aplazados, cancelados o reformulados, los festivales de música veraniegos se enfrentan a un panorama incierto y los profesionales del sector se esfuerzan para capear el golpe de la mejor manera posible. Hablamos con algunos de estos trabajadores para descubrir cómo están gestionando la situación y cómo ven el futuro del sector de la música en vivo.

Cerca de 900 festivales de música se celebraron en España durante el año 2018, según el informe Oh Holy Festivals!, realizado por la consultora de comunicación Neolabels, a los que asistieron más de seis millones de personas. Motor económico de ciertos territorios y foco de atracción turística, la cancelación de todos ellos, en gran parte por las medidas de seguridad decretadas con motivo de la crisis sanitaria, supone además un duro golpe para la industria que estima, este año, unas pérdidas de 662 millones de euros de marzo a septiembre, según datos de la Federación de la Música de España. Un mazazo que también destroza el trabajo que, durante muchos meses, llevan preparando sus profesionales.

Un trabajo que se desvanece

“De repente el trabajo de meses se va al garete en cuestión de días. Ha sido duro, aunque no me quiero quejar en exceso”, explica Sergio Moreno, uno de los responsables de booking del festival Warm Up de Murcia, que ha aplazado su celebración para 2021. Como muchos profesionales del sector, parte del equipo del festival ha tenido que acogerse a un ERTE parcial o total y ajustarse a las condiciones para seguir trabajando y poder reconfirmar su cartel para la nueva edición. “Estoy contento porque las bandas y los artistas han sido muy comprensivos y han puesto facilidades para renegociar contratos y reprogramar las actuaciones”, dice Moreno.

“De repente el trabajo de meses se va al garete en cuestión de días” - Sergio Moreno, booking del festival Warm Up

En el caso del festival Sonorama Ribera, que en 2019 reunió 110.000 personas en la localidad de Aranda de Duero, la organización depende de una asociación sin ánimo de lucro, un colectivo llamado Art de Troya. “Somos un equipo pequeño que se basa en el trabajo colaborativo, muchos lo hacemos de manera altruista aparte de nuestros trabajos. Cancelar el festival es una decisión difícil de tomar y se ha hecho asumiendo todas las consecuencias”, apunta Javier Ajenjo, director del festival. “Tienes que darle la vuelta, ilusionarte y motivar al equipo. Estamos obligados a reinventarnos y eso se nos da bastante bien”, añade.

Falta de apoyo institucional

Cancelar y reprogramar carteles en menos de un mes, gestionar la devolución de entradas, modificar contratos con patrocinadores y proveedores… Los organizadores de los festivales han tenido que reaccionar con celeridad y sin demasiadas ayudas: “En algunos momentos hubo que tomar decisiones un poco osadas, y sin tener ninguna seguridad jurídica ante esta situación”, comenta Moreno. Lo mismo opina Ajenjo: “En otros sectores se han establecido de manera muy específica los parámetros de actuación, no entendemos por qué la música es un terreno diferente. Hemos echado de menos alguien que nos guiara y nos dijera cómo actuar, igual que pasó en países como Portugal. Nos hubiera ayudado mucho a plantear los pasos a seguir y a comunicar”.

“Hemos echado de menos alguien que nos guiara y nos dijera cómo actuar, igual que pasó en países como Portugal. Nos hubiera ayudado mucho a plantear los pasos a seguir y a comunicar” - Javier Ajenjo, director del Sonorama Ribera

Ambos coinciden en la dificultad de gestionar la comunicación con el público, especialmente en este contexto de inseguridad jurídica y de falta de marcos normativos en los que apoyarse. “El público pensaba que les estábamos ocultando cosas cuando no era así. Por eso, hemos tenido que comunicar todo lo relativo a las entradas de forma sencilla, directa y aclaratoria, para quien quisiera devolverla, y mejorar el cartel y confirmarle casi al 100% los artistas, para el que quisiera mantenerla”, expone el director del Sonorama. Moreno añade: “Hemos tenido que recurrir a la buena fe de proveedores, artistas y público. Pero todo el mundo está poniendo de su parte, siendo comprensivo y remando a favor de la industria”.

Compromiso con público y artistas

Entre muchas de las decisiones que han tenido que tomar, una vez cancelado el festival, estaba valorar si era mejor repetir el cartel o hacer uno completamente nuevo. Warm Up y Sonorama Ribera se han decantado por la primera opción: “Hemos conseguido reconfirmar casi todo el cartel, aunque algún artista no podrá estar porque cuadrar agendas es muy complicado y más en un país en el que hay tantísimos festivales como el nuestro”, declara Moreno. “Ha sido una locura, sin la experiencia necesaria ni los contactos hubiera sido imposible, pero hay que tener capacidad de reacción”, añade Ajenjo.

Al final, ambos festivales afirman que los porcentajes de devolución de entradas han sido muy bajos: “La gente tiene muchísimas ganas de, cuando se pueda, volver a acudir a festivales”, dice Moreno, que replica ese compromiso con el público también con los artistas: “Con quien tenemos más trato directo es con los artistas nacionales y queremos que se sientan apoyados. Hemos intentado que no pierdan los ingresos, que puedan contar con ellos para el año que viene”.

“La gente tiene muchísimas ganas de, cuando se pueda, volver a acudir a festivales” - Sergio Moreno

Así lo confirma Rocío Saiz, la mitad del dúo de technopop Monterrosa, que tenía previsto actuar en el festival Warm Up. “Todas las bandas pequeñas vivimos de los festivales de verano y de los directos. Nosotros somos autoproducidos en todos los sentidos, no somos un grupo de discográfica al que le pagan los discos y los gastos. Además, estábamos en un momento de consolidación de nuestra carrera y se ha parado del todo”, lamenta la artista, que ha visto cómo la treintena de bolos que tenían confirmados para este verano se han anulado o aplazado. “Los festivales que se están posponiendo para 2021 están contando con nosotros y nos sentimos muy agradecidos, pero hasta entonces no prevemos ningún ingreso. Eso cambia los planes que teníamos para este año. Íbamos a sacar disco y no podremos”, añade.

“Los festivales que se están posponiendo para 2021 están contando con nosotros y nos sentimos muy agradecidos, pero hasta entonces no prevemos ningún ingreso. Eso cambia los planes que teníamos para este año. Íbamos a sacar disco y no podremos” - Rocío Saiz, Monterrosa

Golpe duro para “los invisibles”

Técnicos de sonido y de iluminación, montadores de escenarios, personal de seguridad, empresas que alquilan lavabos portátiles, responsables de catering, etc. son solo algunos ejemplos de los muchos profesionales invisibles que son esenciales para organizar eventos de música en vivo a gran escala. Son trabajadores autónomos y pequeñas empresas especializadas que tienen su pico de trabajo entre mayo y septiembre. Más allá de los artistas, ellos, sin ninguna duda, se encuentran entre los más afectados.

Es el caso de Nerea Coll, fotógrafa freelance que se pasa el verano literalmente de festival en festival: Sónar, Arenal Sound, Viña Rock, Festival de les Arts, entre muchísimos otros. “Los encargos varían según el evento, pero suelo hacer la cobertura de los conciertos de los cabezas de cartel y las fotografías de ambiente del festival. También trabajo para marcas que patrocinan estos festivales y que tienen sus stands allí”, explica.

Como otros profesionales, con toda la agenda cerrada y a punto para arrancar la temporada, empezó a recibir mensajes en los que le cancelaban sus contratos: “Ha sido un golpe duro en mis previsiones, ya que gran parte de mis ingresos anuales los hago en estos meses de festivales, pero, aunque la pérdida es considerable, no me he alarmado. Por suerte, tengo otros clientes que me permiten capear la situación este año”.

Más crítico es el ejemplo de Amaya Cano, gerente de Peter Kane Productions, una empresa con más de veinticinco años de experiencia en gestión de barras y servicios de hostelería para festivales y conciertos. “Nuestra situación es catastrófica, hemos perdido todos los eventos que teníamos confirmados para esta temporada. Entre ellos, el Rototom Sunsplash, un festival que reúne 250.000 personas en Benicássim durante ocho días y que nos da trabajo durante casi todo el mes de agosto, entre el montaje, el evento y el desmontaje”, reconoce.

Cano también hace mención a todos esos trabajadores indirectos que este verano se quedarán en casa: “Aunque trabajamos en todo el ámbito nacional, somos una empresa familiar y esto ha impactado duramente en toda la familia. Además, alrededor nuestro hay una veintena de personas habituales que contratamos por proyectos y que se han visto más afectadas, porque no tienen una nómina fija. Tenemos un compromiso moral con ellos, pero a día de hoy deberíamos contar con tres equipos trabajando a pleno rendimiento y no tenemos ninguno”.

“Alrededor nuestro hay una veintena de personas habituales que contratamos por proyectos y que se han visto más afectadas, porque no tienen una nómina fija” - Amaya Cano, gerente de Peter Kane Productions

De hecho, según el estudio El hit de los festivales de música en España de OBS Business School, cada gran festival genera 130 empleos directos y 230 indirectos. Y se estima que la industria suma un total de 300.000 empleos, lo que supone un 40% de la contratación anual del sector de las actividades artísticas, recreativas y de entretenimiento del Servicio Público de Empleo Estatal.

Nuevos formatos, una ayuda temporal

Ante un verano atípico, desierto de grandes festivales, las promotoras se han tenido que reinventar organizando eventos con aforos más reducidos, que se ajusten a las medidas de higiene y prevención establecidas por el Gobierno. Nits del Fòrum y Cruïlla XXS en Barcelona, o propuestas como Abre Madrid y Tomavistas Extra en la capital son solo algunos de los ejemplos. “La reducción de aforos y el hecho de que la gente esté sentada en un concierto hace que baje muchísimo el consumo de bebidas, y eso nos impacta directamente. No hay esa socialización, ese momento de ir en grupo a la barra y pedir un chupito porque te animas”, comenta Cano.

Aunque el futuro de su empresa Peter Kane Productions sigue siendo incierto, valora que este tipo de iniciativas les ayudarán a “salvar los muebles” estos meses. La fotógrafa Nerea Coll coincide: “Son eventos y conciertos más pequeños, de pocas horas, y el volumen de ingresos no tiene absolutamente nada que ver, pero todo ayuda”. A lo que la cantante de Monterrosa, que se ve obligada a combinar la faceta artística con dos trabajos más, en una agencia de contratación musical y en el Teatro Kamikaze de Madrid, añade: “Me parece increíble que los festivales se estén adaptando, no sabemos cómo darles las gracias. Intentaremos sobrevivir con alguno de estos conciertos, por lo menos estaremos ingresando algo”.

“Son eventos y conciertos más pequeños, de pocas horas, y el volumen de ingresos no tiene absolutamente nada que ver, pero todo ayuda” - Nerea Coll, fotógrafa

Por su parte, el responsable de booking de Warm Up, se muestra escéptico ante estos nuevos modelos de festival: “Puede ser que algunos de los formatos que están naciendo ahora se queden, pero eso no va a impedir que, cuando la situación sanitaria lo permita, los festivales vuelvan a ser como los habíamos conocido. Gustan al público, han generado una profesionalización de la industria y del sector que no existía antes y proporcionan ingresos a las bandas y a las promotoras. Pretender cambiar algo que funciona, no tiene sentido”.

Sentirse productivos

Más allá de salvar la economía, muchos coinciden en destacar que la importancia de estos nuevos formatos de festival radica en su capacidad para mantener a los profesionales del sector mentalmente activos y hacerles sentir productivos. “Los freelance sentimos que tenemos que estar en activo siempre para que nuestro negocio funcione. Poder trabajar en algún festival, volver a ver a la gente, emocionalmente sienta súper bien”, apunta la fotógrafa.

“Nuestro verano es el festival. Pensar que no íbamos tenerlo, que no íbamos a estar juntos, también nos suponía un gran impacto a nivel humano”, dice el director de Sonorama Ribera. Por eso, han ideado para el mes de agosto un festival de agradecimiento, con grandes cabezas de cartel nacionales, pero reducido y dirigido solo a aquellos colectivos que han trabajado frente a la pandemia en primera línea: sanitarios y empleados hospitales, policía nacional y local, voluntarios de protección civil, Cruz Roja, bomberos, etc.

Incertidumbre presente y futura

Si hay algo en lo que todos los profesionales del sector coinciden es en mencionar la palabra incertidumbre. “Nos mantenemos optimistas, pero la incertidumbre hace que solo podamos tomar decisiones a corto plazo para minimizar el impacto”, apunta Cano. “La incertidumbre es el pan de cada día de todos y tenemos que ser flexibles y ponerlo fácil a los clientes. Tenemos que desarrollar la capacidad de entender que las cosas cambian a última hora y que la semana antes te pueden decir que no haces ese trabajo”, reflexiona la fotógrafa. La cantante de Monterrosa reitera: “Creo que el año que viene los festivales se van a desarrollar con más o menos normalidad, pero tampoco se sabe nada. La incertidumbre es lo peor que te puede pasar”.

“Nos mantenemos optimistas, pero la incertidumbre hace que solo podamos tomar decisiones a corto plazo para minimizar el impacto” - Amaya Cano

Desde las promotoras, se ven obligados a trabajar con la posibilidad de que el año que viene existan otro tipo de normativas y de medidas sanitarias. “Lo único cierto ahora es que no hay nada seguro sobre cómo van a ser los festivales”, sentencia el responsable de Warm Up, e insta al Gobierno y a la Comunidades Autónomas a que desarrollen cuanto antes unos marcos legales para facilitar su trabajo. “Lo que no queremos es estar trabajando en una situación de inseguridad que luego nos obligue a rehacerlo todo”, añade.

Ajenjo lo confirma: “Todavía no tenemos certeza de si va a haber festivales en 2021, no sabemos cómo va a evolucionar la pandemia. Tenemos más de un año por delante para establecer la regulación adecuada, para prepararnos. Y tenemos una gran oportunidad para reformular la industria musical y mejorar las condiciones laborales de ciertos profesionales del sector. De hecho, si hacemos las cosas bien, irá a mejor, ya que tendremos festivales más seguros y una industria más potente. Lo que sí que tenemos claro es que, si no hay festivales en 2021, apaga y vámonos”.

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