Cotillear en el trabajo: ¿y si tiene un lado bueno?

22 ene 2020

5 min

Cotillear en el trabajo: ¿y si tiene un lado bueno?
autor
Marlène Moreira

Journaliste indépendante.

Hay ciertas cosas que son inevitables en el entorno laboral: los correos electrónicos que enviamos sin el archivo adjunto, las bromas de mal gusto de tu compañero de al lado o los cotilleos frente a la máquina de café. Tanto si te gusta tu trabajo como si no, es difícil no hacer comentarios sobre el ambiente, los clientes, la oficina, los compañeros, el salario, los jefes, etc. Y cuando te debates entre la voz de tu madre que te dice que “criticar es de mala educación” y la creencia popular de que “los ausentes siempre se equivocan”, es difícil resistirse. Pero, ¿dónde está la línea que separa una conversación trivial de un cotorreo de patio de recreo? ¿Y si los chismorreos también tuvieran su lado positivo?

Nuestros antepasados ya eran unos cotillas

“No te lo vas a creer: ¡he oído que Pedro, el de la cueva de enfrente, le ha robado un trozo de mamut a la mujer del jefe!”.

En el libro Sapiens. De animales a dioses. Una breve historia de la humanidad, Yuval Noah Harari explica que una de las teorías más probables para explicar el nacimiento del lenguaje es la necesidad de compartir información sobre el mundo y sobre quienes nos rodean. El chismorreo, necesario para el equilibrio de la sociedad y para la cooperación a gran escala, explicaría cómo el Homo sapiens pudo dominar el planeta. “Con información fiable sobre personas de confianza, los grupos pequeños pudieron formar grupos más grandes y el Homo sapiens pudo desarrollar formas de cooperación más estrechas y perfeccionadas”, explica el autor.

El origen de los chismorreos también está ligado, en parte, a su capacidad de hacer explícitas las normas de un grupo, de aclarar lo que está bien y lo que está mal. Los antropólogos explican que, a lo largo de la historia de la humanidad, el chismorreo no solo ha sido un instrumento para crear vínculos, sino también para aislar a las personas que no están en sintonía con el grupo. Escuchar los cotilleos de dos compañeros sobre un tercero demasiado ambicioso o las quejas sobre el ambiente demasiado relajado del departamento de al lado te aportará más información sobre los valores de una empresa que su página de Internet.

¿Y si cotillear fuese la base de una amistad en el trabajo?

Quejarse del trabajo y hablar de otros compañeros es ante todo una actividad social, una forma de conectar con los demás. Si la información da poder, compartirla con otros supone una demostración de confianza particularmente importante dentro de las empresas. “Es cierto que, en ocasiones, los chismorreos pueden hacer que la desconfianza aumente dentro de una empresa, pero los estudios demuestran que, por lo general, lo que provocan es el efecto contrario. Al compartir chismorreos se crea una conexión personal que se traduce en apoyo social y emocional”, opina Joe Labianca, profesor de Administración de empresas de la Universidad de Kentucky.

Hablar con tu “compi” de la oficina sobre lo difícil que es trabajar con tu jefe, mostrar tu desacuerdo tras el anuncio de los ascensos de este año o reírte a escondidas de las manías de un compañero genera una sensación de conexión con los que comparten tu opinión, y esto hace que estas personas sean más agradables contigo. Y es que una constante en el comportamiento humano es dar un trato preferente a los miembros de tu mismo grupo, es decir, aquellos que piensan como tú. Vamos, ¡que una lengua viperina ayuda a hacer amigos!

Una válvula de descompresión

Nadie se jacta de ello, pero todo el mundo lo hace. Exteriorizar tu disconformidad con el trabajo o el comportamiento de un compañero es una forma de hacer frente a los disgustos cotidianos. Y en el caso de los trabajos particularmente difíciles, esto resulta incluso necesario. “Los chismorreos son una forma de hacer piña frente a la dura realidad del trabajo, pero también de fomentar una forma de intercambio que permite la cohesión del equipo y la mejora de la calidad del trabajo. Quejarse es un alivio. Los cotilleos entre compañeros son una estrategia de defensa colectiva que nos permite mantenernos firmes en las situaciones más difíciles”, comenta Caroline Dumas, psicóloga laboral. Esta profesional tuvo la oportunidad de analizar estudios realizados con grupos de enfermeras durante su trabajo en hospitales y observar cómo el chismorreo sobre los pacientes, los compañeros o la administración, algo que desde fuera podría parecer duro y cruel, era simplemente un medio de hacer frente a las difíciles condiciones de trabajo.

El uso del cotilleo es también una manera de tranquilizarse en situaciones de incertidumbre. En una situación de crisis, tensión o grandes cambios, y ante una jerarquía empresarial que no proporcione mucha información, el chismorreo supone una forma de sentirse seguro y obtener información de manera indirecta. “Los estudios demuestran que, a menudo, esto reduce la ansiedad de los trabajadores y les ayuda a enfrentarse mejor a la incertidumbre y la opacidad empresarial”, explica Joe Labianca.

Pero la reducción de la jornada laboral y el desarrollo de determinadas formas de gestión que abogan por la eficiencia o por la benevolencia hasta el extremo reducen el tiempo dedicado al chismorreo. Sin embargo, Caroline Dumas insiste en la necesidad de encontrar ese tiempo de charla para compartir las frustraciones: “En el lugar de trabajo observamos que la eliminación de estos intersticios, estos espacios de charla informal que son particularmente propicios al cotilleo y a las conversaciones sobre nuestra jornada laboral, impide a los empleados compartir sus frustraciones y les lleva a interiorizar su malestar o a buscar otras formas de expresión, en ocasiones más nocivas”. El chismorreo es una protección, ya que permite descargar tensiones. Además, cuando estos intersticios dejan de existir, a menudo nos llevamos nuestras frustraciones a casa.

La línea roja: ¿en qué momento nos pasamos de la raya?

Aunque quejarse y criticar es, en teoría, un mecanismo de defensa o de creación de vínculos sociales, también es una práctica arriesgada. “A veces, cuando el colectivo ya no existe, estas formas de expresión se transforman en estrategias defensivas individuales a las que recurren algunas personas cuando tienen que enfrentarse solas a ciertos efectos perjudiciales del trabajo. Estas estrategias pueden llegar a trivializar conductas maliciosas y permiten, entre otras cosas, imponer una forma de poder. En cualquier caso, el objetivo es hacer frente al miedo”, explica Caroline Dumas. El riesgo reside entonces en herir los sentimientos de los demás y que esto afecte negativamente al ambiente en el trabajo.

A nivel personal, también puede empañar tu reputación. Las críticas desproporcionadas o que no se ajusten a las normas del grupo pueden afectar a la imagen que los demás tienen de ti.
Si abusas de ellas, las difamaciones también son dañinas para tu salud mental. Según un estudio publicado en el Journal of Applied Psychology, quejarse del trabajo requiere mucha energía: “Tal estado de vigilancia constante es agotador”, afirman los autores del estudio. Los investigadores revelan que las personas que pasan más tiempo criticando su trabajo están más distraídas y tienen menos interés que las que proponen formas de mejorar la situación.
Está claro que a (casi) todos nos gusta cotillear. Pasamos tanto tiempo en el trabajo rodeados de nuestros compañeros, que a la fuerza este se convierte en un tema de conversación. Pero deja de sentirte culpable, ya que cotillear es como el chocolate: en pequeñas dosis es bueno para la salud; en exceso, puede hacer daño.

Traducido por Rocío Pérez

Foto de WTTJ

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