Contratado en tu empresa de prácticas: cómo dejar de ser "el becario"

11. 2. 2021

5 min.

Contratado en tu empresa de prácticas: cómo dejar de ser "el becario"
autor
Laia Antúnez

Freelance Content Creator

Según los datos del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) recogidos a finales de 2019, solo 3 de cada 10 estudiantes con contrato de formación y de prácticas acaban formando parte de la plantilla de la empresa. Pero si eres uno de los afortunados que han podido dar ese salto de becario a empleado y has logrado un contrato en la empresa donde hiciste tus prácticas, ahora te enfrentas a una nueva situación: la de aterrizar de nuevo en el equipo, esta vez en calidad de compañero y no de estudiante. ¿Cómo hacer efectivo ese cambio de rol y que tus compañeros dejen de verte como “el becario”?

Los antecedentes: ¿en qué casilla te encuentras?

Los mismos consejos para integrarte en una nueva empresa, trabajo o equipo son válidos en esta situación, pero ten en cuenta que ahora juegas con una ventaja importante: ya conoces el día a día de la empresa, su cultura, la estructura de la plantilla y las dinámicas del equipo. Eso, sin duda, te allanará el camino. Tampoco dejes de analizar el recorrido que tuviste durante tus meses como becario, ya que será determinante para mover ficha hacia un lado u otro del tablero. Estos son algunos de los posibles puntos de partida:

Integrado desde el principio

Es el equivalente a empezar el juego con diez casillas de ventaja. Es el caso de Maite, que trabaja desde hace 15 años en la misma empresa, una gran multinacional de la automoción en Barcelona. Entró en calidad de estudiante en prácticas, posteriormente cubrió una baja maternal y al cabo de unos meses pasó a formar parte de la plantilla. “Como becaria siempre tuve un trato muy cercano, muy de equipo. Te acogían desde el principio; tanto, que tu máximo deseo era quedarte en la empresa. Cuando finalmente entré en plantilla, noté que formaba parte de la familia desde hacía tiempo”, comenta.

Marcado por las distancias

Algo distinta fue la experiencia de Davinia, que después de 19 años trabajando en una fábrica, decidió dar un cambio de rumbo a su vida laboral y estudiar un ciclo formativo de producción agroecológica que finalizó con unas prácticas en el Jardín Botánico de Valencia. Eran 20 becarios, pero solo ella se quedó en plantilla. “La distancia y las diferencias entre becarios y plantilla estaban muy marcadas, tanto en los trabajos que nos asignaban como en la relación personal”, afirma. En este caso, no partes desde cero, pero tampoco has avanzado más de dos o tres casillas. “Sorprendentemente, esa situación cambió de la noche a la mañana cuando entré en plantilla: de pronto era una más”.

La timidez del becario

Un poco más aislada, por su carácter tímido, estuvo Itziar, que tuvo su primer contacto con el mundo laboral como becaria en una empresa editora de revistas de Barcelona. “Pensaba que solo iba a aprender y que estaría pocos meses, no tenía previsión de que se alargara más allá de las prácticas. Por eso, no me involucré mucho en conocer a la gente, ya que pensaba que no los volvería a ver”, dice. Si te identificas con Itziar, atención: un exceso de timidez o una falta de implicación en tus tareas pueden hacer que al terminar tus prácticas no te hayas movido de la casilla de salida. Ahora Itziar es miembro del equipo de redacción de una de las revistas y agradece haber logrado mantener el contacto con algunas personas de la empresa durante los meses en los que estuvo fuera: “Eso hizo que la vuelta fuera mucho más fácil”, recuerda.

La puesta en práctica: cambio de rol

Si bien Maite, Davinia e Itziar partían de situaciones muy diferentes, las tres coinciden en afirmar que, al final, el cambio de rol de becario a empleado y la integración en el equipo puede hacerse de manera natural. No hacen falta estrategias rebuscadas para lograr que el equipo te acoja, pero los siguientes consejos te pueden ayudar a acelerar el proceso:

1. Ábrete al resto de la plantilla

Es probable que, como becario, hicieras como Itziar y solo te relacionaras con un núcleo reducido de personas: el equipo en el que estabas integrado, los que se sentaban cerca de tu mesa o el resto de becarios. Es el momento de romper el hielo. “Por vergüenza, me cortaba mucho a la hora de relacionarme con la gente. Llegaba, hablaba solo para resolver temas de trabajo y me iba”, explica la periodista. Entrar en plantilla le aportó confianza y esa situación cambió: “Fui acercándome a gente de mi edad y con la que compartía intereses, ellos me presentaron a otras personas y, casi sin darme cuenta, me fui integrando del todo”, expone.

2. Háblales de ti con sinceridad y ofrece ayuda

La carga de trabajo o la falta de tiempo pueden ser motivos por los que algunos compañeros no te prestaron demasiada atención cuando eras becario. Incluso puede que algunos no tuvieran interés en conocer a gente nueva si pensaban que solo iban a tratar con ellos durante algunos meses (siempre corremos el riesgo de toparnos con personas así). Pero la situación ha cambiado, por lo que ahora toca hablarles de ti. Muéstrales tus capacidades y también tus carencias, pero hazlo con sinceridad. Es la manera más fácil de generar compañerismo. Y, sobre todo, muéstrate abierto a aprender de ellos y ofréceles tu ayuda en las cuestiones que se te den mejor. Davinia lo hizo: “Tenía 30 años y una larga experiencia laboral acumulada cuando hice las prácticas. Eso se notaba desde el principio y lo mantuve, mostrándome siempre dispuesta a ayudar”. En poco tiempo, se había ganado el respeto del equipo.

3. Cultiva las relaciones fuera del trabajo

Aprovechar la hora del café o los ratos de descanso para acercarte a tus compañeros o hacer planes fuera del trabajo también hará que te conozcan desde otra perspectiva. “Es una herramienta muy buena para alguien que empieza y se quiere integrar en un equipo, ya que la relación personal se fortalece mucho”, apunta Maite, que ya en su etapa de prácticas, pudo participar en muchos eventos fuera del entorno laboral. “Eso siempre generó muy buen rollo”, dice. Deja de lado la pereza y apúntate a desayunar con tus compañeros, como hizo Davinia desde el primer día, o toma algo con ellos al terminar la jornada. Y, ¿por qué no empezar a seguir a tus compañeros en las redes sociales? Te ayudará a compartir anécdotas. Pero, cuidado, no les acoses a base de comentarios y likes, porque podrías generar el efecto contrario.

4. Haz valer tus opiniones

Tu rol en la empresa ha cambiado. Ya no eres becario, y eso es algo que también debes recordarte a ti mismo. “Durante los últimos meses has visto cómo funciona el mundo laboral y la empresa, has ido creciendo y madurando profesionalmente, y eso ya marca una diferencia. En mi caso, sentía que tenía más experiencia y que podía aportar mucho más”, dice Maite. Subraya esa diferencia en el día a día y haz que te valoren como profesional:

  • Pregunta sin miedo
  • Asume con diligencia tus nuevas responsabilidades
  • Sé proactivo
  • Lánzate a opinar y no tengas miedo a equivocarte
  • Aporta propuestas de valor para mejorar

Demostrar interés real por tu trabajo y por aquello que haces será bien valorado por los demás miembros del equipo y te ayudará a posicionarte en tu nuevo rol, pero evita dar lecciones o ser arrogante. Ante un escenario nuevo, la prudencia siempre es buena compañera.

5. Establece objetivos con tu mánager

Ahora que ya eres empleado, conviene que fortalezcas la relación con tu mánager y que trates de establecer una comunicación fluida. Puede que tu mánager actual no sea la misma persona con quien trataste durante tus prácticas, algo que puede ser habitual especialmente en empresas grandes. Si es tu caso, a tu llegada a la empresa, no dudes en:

  • Recordarle qué tareas habías desarrollado hasta el momento
  • Demostrar iniciativa y presentarle tus ideas
  • Ser tú mismo: no se trata de que sea tu nuevo mejor amigo, pero sí de generar cercanía y confianza

Cuanto más conozca tu trabajo y a ti como persona, más cerca estarás de valore tu profesionalidad y deje de verte como a alguien que todavía está en proceso de aprendizaje. Ya has dejado la placa de aprendiz en casa y, si el jefe lo ha interiorizado, con el resto del equipo esta tarea será pan comido. Sin apenas darte cuenta habrás pasado de ser “el becario” a ser Maite, Davinia o Itziar, otro miembro de la familia, con voz y con nombre propio.

Foto de WTTJ

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