Calimero: el síndrome que explica por qué tu compañero no para de quejarse

13 avr. 2021

6min

Calimero: el síndrome que explica por qué tu compañero no para de quejarse

“Seguro que este año tampoco me toca el aumento de sueldo. ¿No parece que somos el único equipo que hace horas extra? Anda que por lo menos ya podrían arreglar la cafetera. ¿A vosotros también os va lentísimo internet? Si es que tenemos los peores ordenadores de la oficina”. Para algunas personas, la vida es muy injusta, y no dudan en hacérnoslo saber. Es el caso de las personas con síndrome de Calimero, que creen que todo el mundo está en su contra.

¿Qué es el síndrome de Calimero?

Su nombre proviene de un personaje de dibujos animados, un pollito negro con el caparazón roto en la cabeza que piensa que el mundo “no es justo”. Fue descrito por primera vez en 2018 por el psicoanalista francés Saverio Tomasella en su libro Le syndrome de Calimero (“El síndrome de Calimero”).

Según el especialista, este síndrome se caracteriza por:

  • Un fuerte sentimiento de injusticia: el individuo piensa que es víctima de la mala suerte, de un trato desigual. Algunas personas creen que la vida es más dura con ellas que con los demás, tanto si se trata de una sensación justificada como si no.
  • Quejas y lamentos recurrentes: las personas con este síndrome expresan su sentimiento de injusticia quejándose con frecuencia o incluso de forma constante. Siempre ven el vaso medio vacío y observan el mundo con una mirada negativa. Tienen una actitud que se podría tachar de “quejica” y dan la impresión de ser como un disco rayado. Si alguien de tu equipo tiene este perfil, es posible que a largo plazo te resulte un poco irritante.

Sin embargo, Saverio Tomasella explica que la queja suele ser la expresión de un sufrimiento inconsciente más profundo cuyas raíces se encuentran en el pasado de la persona. “Un niño, un adolescente o incluso un adulto que sufrió una injusticia sin que nadie le escuchara, seguramente va a iniciar un ciclo en el que repite su queja una y otra vez”. Por ejemplo, imaginemos que uno de tus compañeros pide un aumento (no importa si se lo merece o no). Si nadie hace caso a su solicitud, experimentará un sentimiento de injusticia que se verá reforzado por la actitud indiferente de su entorno.

¿Cómo entender a las personas que lo sufren?

¿De verdad la vida es más dura para algunas personas? Los individuos con este síndrome suelen creer que son víctimas de una o varias injusticias, pero ¿realmente tienen tan mal karma? Es difícil de decir. Philippine Héraud, psicóloga y psicoterapeuta, coincide con Tomasella en que es necesario buscar las causas de este comportamiento en el pasado: “Estas personas han vivido injusticias que aún no han superado y, a la larga, esto les genera un malestar crónico que las afecta en el presente”. Se trata de un trauma antiguo (puede ser un rechazo, una humillación, un abandono, etc.) que todavía es significativo, pues no se ha sanado, y que les impide seguir adelante. Hacer el papel de víctima, ya sea en la vida profesional como personal, es una estrategia inconsciente para hacerse escuchar. ¿Con qué finalidad? Simplemente, para suscitar un sentimiento de compasión en los demás.

Todos nos quejamos de vez en cuando, y el mundo laboral no siempre es justo y bondadoso. Así pues, las personas con el síndrome de Calimero no son las únicas que experimentan o expresan una sensación de injusticia. Sin embargo, sus quejas se manifiestan como una parte inherente de su personalidad: todo lo que les pasa en la vida, bueno o malo, lo perciben de forma distorsionada a través de una mirada marcada por la injusticia (sea real o subjetiva).

“Nuestra concepción del mundo se basa en las experiencias que vivimos, las relaciones que entablamos, las heridas que acarreamos o, al contrario, sanamos, así como en nuestras alegrías”, explica Philippine Héraud. Estas experiencias determinan nuestra visión del mundo, y esta a su vez influye en nuestra percepción y nuestros pensamientos. Por lo tanto, es posible que la mirada pesimista de las personas con este síndrome haga que sean más sensibles a las pequeñas señales negativas de su entorno. Tanto si se trata de un café pésimo como de un rechazo a un aumento de sueldo o a un ascenso, estas personas suelen centrarse de forma inconsciente en los elementos que refuerzan la idea de que “la vida es cruel e injusta”.

Su efecto sobre las relaciones laborales

De la atención a la exasperación

Quejarse no siempre tiene que ser negativo. Para algunos, es una forma de comunicarse como cualquier otra. Al quejarse, la persona se expresa, transmite un mensaje y orienta la conversación hacia su sentimiento de injusticia. Se trata de una forma indirecta de obtener lo que realmente necesita: atención y reconocimiento.

Por otra parte, y aunque parezca difícil de creer, la personalidad a flor de piel de las personas con síndrome de Calimero tiene un lado positivo en el mundo laboral, pues detectan con facilidad las injusticias, los descuidos y los desajustes, y eso les permite alertar a los demás sobre ello.

El lado negativo es que, a largo plazo, los individuos con este síndrome agotan a sus compañeros y a las personas de su alrededor. “La mayoría nos molestan porque son muy insistentes”, explicaba Saverio Tomasella en una entrevista. Y este es el efecto contrario al que desean producir, pues en lugar de sentirse escuchados, lo que consiguen es ahuyentar a sus amigos y compañeros, que temen contagiarse de sus ondas negativas.

Impotencia y distanciamiento

Así pues, aunque su objetivo sea conseguir que sus compañeros les escuchen, las personas con el síndrome de Calimero terminan suscitando desinterés y exasperación. “Cuando estamos con alguien que tiene una vida difícil, el problema es que no logramos ayudarlo ni salvarlo. En consecuencia, y sin saber muy bien por qué, nuestra reacción es distanciarnos de esa persona”, afirma Philippine Héraud. Aunque lo intentes todo para mejorar el día a día de aquel compañero al que le encanta quejarse, sabes que no tardará en hacerlo de nuevo, y es muy probable que esto te genere un sentimiento de impotencia.

Al no tener ninguna otra alternativa, el compañero que antes deseaba ayudar termina haciendo el papel de perseguidor: se trata del famoso “triángulo dramático” descrito por el psicólogo estadounidense Stephen Karpman. En la mayoría de las relaciones, todos desempeñamos en algún momento el papel de víctima, de persecutor y de salvador. Sin embargo, las personas con síndrome de Calimero se mantienen bloqueadas en el papel de víctimas. Esta actitud es lo que realmente afecta a sus relaciones, más allá del problema en cuestión en un momento determinado. Por ejemplo, pongamos que una persona se queja en el trabajo porque nunca ha recibido un aumento. Por esta razón, se desmotiva y exaspera a su superior con sus quejas. Su jefe se cansa y confía menos en él, hasta que su carrera termina estancándose. Al final, la actitud nociva perjudica a sus propios intereses, y eso no hace más que confirmarle su visión pesimista del mundo. Se trata de un círculo vicioso.

No, no eres el blanco de las quejas de tu compañero

Para entender mejor los lamentos de tu compañero, recuerda que su frustración va mucho más allá del problema por el que se queja, resalta Philippine Héraud: “Sus quejas no necesariamente van dirigidas a ti, sobre todo cuando son continuas, así que no debes tomártelas como algo personal, pues son más bien indicadores de sus circunstancias concretas, sus carencias y su sufrimiento interior”.

Las personas que se quejan todo el tiempo no necesariamente necesitan ayuda, sino ser escuchadas. Por supuesto, esto no quiere decir que debamos ignorar el motivo de su queja, destaca la psicóloga. A menudo, suele tratarse de una reclamación justificada, y negarla no haría más que reforzar la sensación de injusticia. Sin embargo, también es cierto que una parte del problema solo se puede tratar con terapia psicológica.

¿Somos todos un poco víctimas del síndrome de Calimero?

Quizás te ha venido a la mente una persona concreta mientras leías este artículo o, tal vez, te has reconocido un poco a ti mismo ¿Será que padeces de este síndrome y no lo sabías? El pequeño pollito negro encarna “esa inmensa fragilidad que todos hemos experimentado y con la que se identifican todos los niños”, subraya el psicoanalista Saverio Tomasella. Aunque para algunas personas lamentarse constantemente forma parte de la imagen que han creado a lo largo de su vida, todos nosotros podemos caer un día en la tentación de desempeñar el papel de víctima, que nos permitirá, entre otras cosas, expresar un sentimiento de impotencia ante algo que no podemos controlar.

Hay muchas situaciones de la vida profesional que te pueden disgustar y con razón: volver de un permiso de maternidad y descubrir que te han despedido, que haya un cambio de mánager sin que te consulten previamente, verte obligado a cambiar de oficina o de departamento, que te impongan un ERTE, etc. Quejarte para expresar tus necesidades y que te presten un poco más de atención parece una alternativa obvia, pues tanto en el trabajo como en la vida personal, todos necesitamos sentirnos amados y reconocidos por los demás.

Sí, el mundo del trabajo puede ser injusto y la vida a veces es dura, pero generalmente lo olvidamos y pasamos página. Quizás las personas que sufren el síndrome de Calimero estén aquí para recordarnos esas injusticias diarias a las que ya no prestamos ninguna atención. Quizás sus reclamaciones y lamentos sean, en cierto modo, el eco de una queja universal, de un problema generalizado. Un argumento a tener en cuenta para no perder los nervios la próxima vez que uno de tus compañeros tenga un berrinche.

Traducido por Andreína Gil

Foto de WTTJ

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