"Mi trabajo ya no tiene sentido"

Aug 05, 2020

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"Mi trabajo ya no tiene sentido"
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Javier Lacort

Redactor freelance especializado en tecnología y startups

El personal sanitario, de limpieza o de distribución alimentaria, habitualmente en un segundo plano, pasaron a estar muy presentes y a llevarse merecidos homenajes por su trabajo. La labor que realizaron durante la crisis los llamados sectores esenciales funcionó, para muchos trabajadores “no esenciales”, como un espejo en el que quizás habrían preferido no tener que mirarse. Algunos quizás no puedan o no quieran gestionar ese malestar. Otros, en cambio, ya no han podido mirar para otro lado: “¿Y si mi trabajo no tiene sentido?”. Testimonios.

Es muy pronto para sacar conclusiones y aún no ha dado tiempo a hacer estudios que validen —o no— las diferentes teorías sobre cómo nos ha afectado esta crisis a nivel personal y profesional. Sin embargo, el psicólogo Francisco Tabernero lo tiene claro: haber pasado por una temporada en la que nuestras rutinas se vieron cortadas de la noche a la mañana, sumergidos constante en noticias duras y tristes, ha hecho mella.

“El contexto ha sido el siguiente: la televisión ha reforzado de forma positiva a todas esas personas que han dado la cara trabajando en primera línea, mientras el resto tenían que quedarse en casa, y cada día ha habido homenajes a las ocho de la tarde. Todo eso, a muchas personas vulnerables les ha hecho replantearse su valía profesional. Ha hecho que se preguntaran ‘¿Es que yo no sirvo? ¿Es que mi profesión no tiene valor?’”, cuenta Tabernero.

Para algunos, sobre todo quienes otorgan gran valor a la aprobación social, esta crisis ha supuesto un duro golpe a su autoestima. Para otros, en cambio, ha sido el momento de empezar a hacerse preguntas sobre el valor que aportan a la sociedad: más allá de ser una fuente de negatividad, esas preguntas y cuestiones han servido a muchos trabajadores para “empezar a valorar un cambio”.

“Mi trabajo apenas tiene valor”

Marina no contaba con ser una de esas personas. Cuando empezó la crisis, trabajaba como ejecutiva de cuentas en una agencia publicitaria y estaba contenta con su situación: “había conseguido un trabajo en Madrid, vivía sola, ganaba lo suficiente para vivir y darme algún capricho…”, comenta. Marina tenía planes para su evolución profesional: durante sus estudios de Publicidad “aspiraba a trabajar en una gran agencia publicitaria, como McCann o CPB, para grandes marcas, y contribuir de alguna forma a la historia de la publicidad”.

Sin embargo, con el paso de las semanas, las largas jornadas sola en casa empezaron a cambiar su percepción. “A lo mejor es que he tenido demasiado tiempo para pensar, demasiado tiempo en silencio, pero ahora veo que con 30 años me he anclado a una agencia pequeña y mi trabajo apenas tiene valor”, se lamenta.

El momento de abrir los ojos definitivamente fue, literalmente, tragicómico. A su WhatsApp llegó a finales de mayo un vídeo cómico en el que caricaturizaba el trabajo que los creativos publicitarios iban a hacer, presumiblemente, en sus primeras campañas tras la cuarentena. En un momento de crisis de identidad profesional, aquello le cayó como una bomba: “¿qué podía tener de especial mi trabajo si dos personas que ni siquiera se dedican a lo mismo que yo son capaces de hacer una parodia tan acertada?”. “Me he dado cuenta de que mi trabajo no solo no es esencial, sino que es totalmente intrascendente”, concluye la publicista.

“¿Qué podía tener de especial mi trabajo si dos personas que ni siquiera se dedican a lo mismo que yo son capaces de hacer una parodia tan acertada?” - Marina, publicista

Se ha dado cuenta de que se siente demasiado pequeña en un sector en el que aspiraba a más, planea invertir en nueva formación de cara a crecer profesionalmente y poder acceder a clientes internacionales. “Lo malo es que son másters que cuestan a partir de 6.000 euros y no tengo muchos ahorros”, confiesa. “Estoy cambiando bastantes cosas en mi vida, como empezar a ahorrar y pensar a largo plazo, no solo en la semana que viene. Este confinamiento me ha servido para darme cuenta de todo lo que he hecho mal en los últimos años mientras pensaba que lo estaba haciendo genial”, remata.

“Jamás reconoceré esto en público…”

Algo parecido le sucedió a Ángela. Esta crisis no solo la ha sacudido emocionalmente, sino que le ha supuesto cierta catarsis, tanto profesional como personal. Como Marina, durante la cuarentena siguió teletrabajando con normalidad, en su caso como trafficker de un medio de comunicación. No obstante, el click llegó temprano, en las primeras semanas del confinamiento: “Creo que el hecho de salir a aplaudir cada tarde al personal sanitario me hizo darme cuenta de lo que es realmente mi trabajo, y de lo que no es”.

“Yo tenía la sensación de que mi trabajo era importante, de que cientos de miles de personas iban a ser impactadas por la publicidad que gestiono, pero al tener tiempo para reflexionar me di cuenta de que mi trabajo, básicamente, no le importa a nadie”, sentencia Ángela. “A nadie le gusta ver publicidad en las webs, la gente usa bloqueadores de anuncios. Jamás reconoceré esto en público, al menos hasta que no me dedique a otra cosa, pero mi trabajo y todo su entorno se basan, en buena medida, en una mentira que todo el mundo quiere creerse para que el negocio no se acabe. Es desmoralizante”, lamenta.

“Mi trabajo y todo su entorno se basan, en buena medida, en una mentira que todo el mundo quiere creerse para que el negocio no se acabe. Es desmoralizante” - Ángela, trafficker

Pero Ángela ya contempla un cambio radical para hacer frente a este malestar: cambiar por completo de sector profesional. “Me he puesto como fecha tope el 1 de septiembre para tener una decisión tomada y ejecutarla. No puedo dejar mi trabajo, así que estoy pensando, sobre todo, en hacer algún máster los fines de semana o incluso un bootcamp para aprender a programar. Soy bastante creativa y podría explotar esta cualidad”, concluye.

“Mi trabajo, en tiempos malos, es hasta de mal gusto”

Samuel trabaja en las oficinas centrales de una gran cadena de supermercados. Su cargo, que tiene la coletilla “innovación”, consiste en buscar formas de fidelizar a los clientes de la cadena, captar nuevos usuarios, y hacer que todos ellos aumenten el “ticket promedio”. Es decir, que gasten más dinero.

Durante la pandemia, siguió trabajando desde su casa y, además, su sector estuvo considerado como esencial. Sin embargo, él se sintió menos esencial que nunca. “Durante las peores semanas de la pandemia vi a mucha gente pasarlo mal, incluidos mis compañeros de distribución y de tienda, que trabajaron durísimo para que todo funcionase con la mayor normalidad. Pero yo sentía que mi trabajo, en tiempos malos, es hasta de mal gusto”.

El agravio comparativo emitido por televisión también le sacudió. “Cuando estaba en la universidad, yo quería mejorar la vida de la gente el día de mañana. Y de repente estalla una pandemia, mucha gente no tiene ni para comer y en mi departamento nos pilló pensando en nuevas formas de organizar los productos y sus precios para conseguir aumentar los beneficios. Si dentro de unos años mis hijos me preguntan qué hacía yo durante la pandemia de 2020, ¿cómo les explico eso? Me he sentido bastante mal estos meses”, reflexiona este profesional.

“Mucha gente no tiene ni para comer y en mi departamento nos pilló pensando en nuevas formas de organizar los productos y sus precios para conseguir aumentar los beneficios” - Samuel, departamento de innovación

En su caso, no valora cambiar de empresa, pero sí de puesto. “Mi idea es intentar cambiar de departamento a partir de este otoño, intentar ser más útil para la gente y no dedicar mi trabajo a ver cómo podemos sacarles más dinero con tonterías. En realidad, en mi empresa es muy fácil tener un puesto así, solo que hasta ahora yo he estado en uno de los pocos departamentos donde no”.

Pasar a la acción

Las consecuencias emocionales de la pandemia y su impacto en el ámbito profesional serán más fáciles de gestionar si nos aplicamos aquello de mutatis mutandi, “cambiar lo que debe ser cambiado”: aprovechar el momento para repensar qué queremos hacer con nuestra carrera profesional, hacia dónde queremos dirigirla y qué pasos de nuestra trayectoria queremos desandar si fuese necesario.

Para muchos, las dudas sobre el sentido de su trabajo se han transformado en ganas de hacer cambios, de reinventarse y de corregir los errores de los últimos años. Si te reconoces en los testimonios de estos profesionales y también has tenido dudas sobre tu trabajo, es el momento perfecto para transformar esas dudas en ganas de mejorar y crecer. Mutatis mutandi.

Foto de WTTJ

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