9 tipos de compañeros que te encuentras tras el confinamiento

15. 6. 2020

4 min.

9 tipos de compañeros que te encuentras tras el confinamiento
autor
Clémence Lesacq Gosset

Editorial Manager - Modern Work @ Welcome to the Jungle

¡Por fin! Formas parte de ese grupo de teletrabajadores que, de manera lenta pero segura, desde hace unas últimas semanas han empezado a volver a la oficina. Muchas cosas han cambiado: mascarillas y el gel de manos en cada esquina, nada de abrazar a tus compañeros y máquina de café apagada. Otras cosas siguen exactamente igual: tus compañeros de trabajo, te hacen reír o te sacan de tus casillas a partes iguales. ¡Feliz vuelta a la oficina!

1. El jefe/amo de casa

En todo el confinamiento, a tu jefe no les ha oído decir más de dos frases seguidas. Ha estado callado durante todas las videollamadas, dejando que los demás hablaran o cortándoles con un: “Muy bien, me lo ponéis todo por escrito y ya lo retomaremos otro día”. ¿El motivo? Ha estado demasiado ocupado cocinando, limpiando y cuidando de los niños en casa (“¿Pero el lavavajillas no se vaciaba solo?”). Lo mejor de todo es que su silencio te ha permitido disfrutar de unas maravillosas semanas de libertad. De hecho, ¡nunca habías trabajado tan bien! Pero ahora que la calma se ha desvanecido, tendrás que volver a acostumbrarte a sus incesantes reproches y a sus plazos de entrega imposibles.

2. El hipocondríaco

“¿Quién ha cogido la botella de gel? ¿Alguien sabe dónde está? ¡Me estoy empezando a encontrar mal!”. Amanda, en una situación normal, es una persona adorable, pero en tiempos del Covid-19 es totalmente insufrible. Para ella, cada mañana es un suplicio: toma el cercanías conteniendo la respiración y se pasa el día evitando a todo el mundo con cara de susto tras su visera de plexiglás. ¿Por qué viene a la oficina, con el pánico que tiene, si no es obligatorio? Pues porque su hijo y su marido ya no están en casa y pasarse todo el día todavía sola le asusta más. Tendrás que armarte de paciencia.

3. El (demasiado) optimista

Lo ves sentado tranquilamente en su escritorio, con un gran vaso de la cafetería de abajo en la mano y la mascarilla bajada hasta la barbilla. El optimista puede realmente llegar a ser insoportable. Se pasa el día yendo de mesa en mesa, deseoso de tener “una conversación real” con los compañeros y toqueteando todos los documentos y teclados al alcance de sus manos. Es el tipo de persona que te da una palmada (sin guantes) en la espalda, mientras te dice riendo: “¿Ves cómo yo tenía razón? ¡No era más que una gripe!”. Lo único que le interesa es retomar la actividad lo antes posible, como si nada hubiera pasado, y confía en que el 2020 será un gran año para la empresa y para su propio ascenso. Esperamos que así sea… o no.

4. El (demasiado) pesimista

Sabes que va a ser un verano muy largo cuando te das cuenta de que Fran, el pesimista de la oficina, está sentado a tu lado. Además de quejarse continuamente sobre el confinamiento y sobre el desconfinamiento (aún no tiene claro qué es peor), se pasa el día frente a sus tablas de Excel, calculando y recalculando las pérdidas económicas de la empresa desde que comenzó la pandemia. Vale, es cierto que es el contable de la empresa, pero ¿no puede contar en silencio, como hacemos los demás? Estuviste a punto de denunciarlo por maltrato psicológico cuando hizo una lista (¡en un post-it rosa!) de empleados “prescindibles”. Todo para salvar a la empresa.

5. El jefe (histérico) de Recursos Humanos

Tu jefe de RR. HH. lleva semanas soñando con este momento. Ha estado rompiéndose la cabeza, calculando ángulos y metros cuadrados, pidiendo litros de gel hidroalcohólico y cajas enteras de mascarillas quirúrgicas para que, al llegar el día “D”, todo estuviera listo. Ni siquiera pudo contener las lágrimas de felicidad cuando anunciaron el fin del confinamiento. Desde entonces, ojeroso pero feliz, recorre los pasillos comprobando que los nuevos paneles de señalización no se hayan movido ni un ápice. Su frase favorita: “¿Qué tal? ¿Todo bien? ¿Habéis visto que hasta tenemos termómetros?”. No sería de extrañar que tuviera que pedir la baja por un ataque de ansiedad.

6. El nuevo

El chico nuevo es como un soplo de aire fresco en el árido panorama del Covid, una pequeña esperanza que te hace pensar: bueno, si le han mantenido el contrato, no está todo perdido. Sin siquiera conocerlo, de repente sientes un gran cariño por esta persona. Además, rara vez has visto a alguien tan feliz de entrar en una oficina y conocer a sus compañeros de trabajo. Te habría encantado invitarle a comer en el bar de la empresa, ¡lástima que esté cerrado!

7. El alumno modelo

Cuando viste a Pedro el día que abrió la oficina, por un momento creíste volver a tu primer día en el instituto, cuando Claudia, “la empollona”, llegó con su vestido de volantes y sus subrayadores de colores y se sentó en primera fila sin pensárselo dos veces. Pedro también llegó preparado y vestido con sus mejores galas: pantalón de pinzas, polo de marca y mocasines con borlas. Cruzó el umbral de la puerta con una gran sonrisa (oculta bajo una mascarilla profesional) y una pastilla de jabón de Marsella ecológico en cada bolsillo, para tenerlo a mano en cualquier momento. Lo peor fue el comentario gracioso al pasar por tu lado: “Oye, ya sé que te gusto, ¡pero que no se te olviden los dos metros de distancia!”.

8. El humorista

Aunque en una situación normal se podría decir que Gustavo es un buen compañero, la crisis sanitaria está haciendo que te replantees su sentido del humor. Tal vez sea su mascarilla, fabricada a partir de un sujetador de encaje, o la forma en que finge una tos horrible cada vez que habla con alguien, al tiempo que se baja el sostén (digo, la mascarilla) para darle más efecto. Y cuando finalmente pierdes los nervios, a él solo se le ocurre decir: “¿Qué te pasa? ¿Tu sentido del humor sigue en confinamiento?”.

9. El adicto a las videollamadas

No piensa levantarse de su silla ni se plantea entrar en la sala de reuniones, aunque solo haya dos personas y se haya limpiado con lejía y esterilizado. Las videollamadas se han convertido en su nueva pasión: no entiende por qué no podemos seguir con las reuniones a distancia aunque estemos en la oficina, cada uno frente a su ordenador. Porque claro, eso evitaría el contacto, los desplazamientos —siempre siguiendo las flechas del suelo, claro— y, sobre todo, le permitiría navegar por Facebook si el tema de la reunión no va con él. Al marcharse de la oficina el viernes, no pudo evitar preguntar: “¿Quién se apunta a una vídeo-cerveza más tarde?”.

Foto de Welcome to the Jungle

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