De la publicidad a la masía de sus abuelos: la reconversión de Marc Espinasa

14. 10. 2020

6 min.

De la publicidad a la masía de sus abuelos: la reconversión de Marc Espinasa
autor
Núria López

Periodista freelance

Los sábados por la mañana, Marc Espinasa tenía un plan que no era habitual entre los adolescentes de su edad: solía madrugar para pasarlos en el terreno de su abuelo, la masía Can Samon, situada en Samalús, a unos 50 kilómetros de Barcelona. La masía lleva en su familia desde 1680, cuando fue adquirida por March Espinasa (la única persona en la familia con quien Marc comparte nombre y apellido). Hoy, más de 300 años después, este licenciado en Publicidad y Relaciones Públicas ha dado un giro a su carrera en marketing y comunicación digital y se encuentra al frente de un proyecto que ha devuelto la vida a la masía: Hortus, una iniciativa que ofrece huertos ecológicos de alquiler, una granja escuela y espacios destinados a celebraciones en plena naturaleza.

El punto de inflexión

Escaparse siempre que podía a la masía de su abuelo siempre había sido para Marc una afición, pero nunca se planteó que ese hobbie pudiera ir más allá. Quizás por eso se decantó por una carrera profesional que nada tenía que ver con el entorno rural: estudió Publicidad y Relaciones Públicas y, durante los años siguientes, trabajó en varias empresas para las que desarrolló proyectos vinculados al marketing y a la comunicación digital.

Con los años, su vínculo con Can Samon nunca desapareció del todo y, al poco de haber empezado a trabajar, decidió irse a vivir a la masía. “En Can Samon, siempre ha habido gente, siempre han pasado cosas”, explica Marc, pero al fallecer su abuelo, el último payés de la familia, no quedó nadie para ocuparse de las tierras y de los animales. “Mi abuelo siempre ha sido un referente. No solamente sabía mucho del campo, también le interesaban las matemáticas, la lengua, la historia…”, recuerda. Marc quería que la masía recuperase esa actividad que siempre tuvo cuando vivían sus abuelos y, sin saberlo, consolidó las bases de lo que sería el proyecto Hortus. “Mudarme aquí de manera fija fue uno de los detonantes de la creación del proyecto, porque yo salía de trabajar de la oficina a las 6 de la tarde y lo que realmente me apetecía era estar aquí. Así que comencé a pensar ideas que pudieran materializarse en este lugar”, explica.

“Salía de trabajar de la oficina a las 6 de la tarde y lo que realmente me apetecía era estar aquí. Así que comencé a pensar ideas que pudieran materializarse en este lugar”

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Aunque fue la visita de uno de sus amigos de la universidad la que cambió el rumbo de Marc: “Le comenté que quería hacer algún proyecto aquí, pero no sabía exactamente qué. Me sugirió que hiciera algo relacionado con la venta de cestas de fruta y verdura ecológica, pero eso era algo que yo ya había descartado previamente, porque aunque disfrute del campo y tenga algunos conocimientos, no me considero payés”, confiesa. Pero entonces su amigo le propuso una idea reveladora: “¿Y si se lo hacen ellos mismos?”.

Al día siguiente, en sus horas libres en la oficina, el licenciado en Publicidad y Relaciones Públicas comenzó a buscar información sobre proyectos relacionados con el alquiler de huertos. “Yo no sabía ni que existían”, confiesa, y dio con otra persona clave: “Me puse en contacto con un chico de El Vendrell, que era el único que lo hacía por aquel entonces, y resultó ser alguien encantador, que me explicó su proyecto y me invitó a ir a verlo para así poder orientarme”. A partir de ahí, Marc cuenta que comenzó a ver factible el proyecto que tenía en mente.

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Un publicista en el campo

Dejar su carrera en marketing y comunicación supuso un gran cambio a nivel profesional para el fundador de Hortus. Pero, según explica, tuvo la suerte de provenir de un sector que le permitía aprovechar sus experiencias previas para el desarrollo de su proyecto: “Mis estudios en Publicidad me han ayudado a comunicar el proyecto de Hortus, a tener un enfoque empresarial, e incluso me ha dado las herramientas para poder hacer yo mismo el material publicitario. Y he disfrutado mucho haciéndolo”, cuenta Marc. A la hora de plantear la identidad del proyecto, tener un bagaje creativo ha sido para él algo fundamental. “A veces hay gente que me dice que han ido a muchas granjas, pero que no son nunca como esta. Así que supongo que cuidar la vertiente más estética también ha sido importante”, explica.

También hay quienes le aseguran que algo fundamental para que Hortus haya funcionado ha sido su habilidad para aprovechar los recursos de los que disponía. Aunque Marc cree que se trata de algo que va más allá: “No he aprovechado los recursos materiales simplemente porque los tenía a mano, sino porque siempre me ha gustado pasar tiempo aquí”, reconoce. Es por eso que, aunque su trabajo como gestor y cuidador del lugar le supone un gran esfuerzo, a lo largo de estos años Marc ha aprendido a disfrutar al tiempo que sacaba el proyecto adelante: “El secreto ha sido aprender a organizarme para poder llegar a todo. También he aprendido a tener más paciencia y a no darle tantas vueltas a las cosas. Yo siempre he sido amigo de la inmediatez, pero eso aquí es algo difícil. La naturaleza me lo enseña cada día”.

“No he aprovechado los recursos materiales simplemente porque los tenía a mano, sino porque siempre me ha gustado pasar tiempo aquí”

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Le divierte especialmente recordar el camino que recorrió para llegar hasta donde está hoy: “No saben lo insistente que fui, todo lo que anduve para dar difusión al proyecto. Me pasé medio año yendo por el Vallès Oriental con carteles, explicando qué era Hortus sin parar, llamando a los colegios a todas horas…”. Aunque después de esa primera etapa de “vender a puerta fría”, y a pesar de que reconoce que siempre hay días mejores y peores (y unas épocas mejores que otras), asegura que, en general, para él las cosas han sido relativamente fáciles y está convencido de que también puede serlo para otros que, como él, estén barajando un giro profesional. Marc destaca la importancia de tejer una red de apoyo, decisiva para dar el primer paso: “Hace unos días me visitó un chico que tiene un espacio similar al nuestro en Sant Fost de Campsentelles que se ha planteado montar huertos de alquiler, así que fui allí a explicarle todo”, igual que alguien hizo por él en sus inicios.

Hortus: el campo como espacio social

Pese a que comenzó su aventura intentando no proyectar demasiadas expectativas, lo cierto es que sí soñaba que algún día llegara a funcionar: “Empecé con 20 huertos de alquiler y, sinceramente, no me esperaba que me dieran un rendimiento fijo. No acababa de creer que 50 personas fueran a subir hasta aquí para cuidar de su huerto y que, gracias a ellas, yo me pudiera dedicar a ello plenamente”. Sin embargo, a esos 20 huertos de alquiler le siguieron unos 40 más y la habilitación de otra zona para poder acoger más inquilinos. Esa inesperada buena acogida inicial le dio a Marc el empujón que necesitaba: iba a crear un proyecto atractivo y práctico para lograr que sus inquilinos “tuvieran ganas de venir hasta aquí y que no tuvieran ganas de irse”.

“Empecé con 20 huertos de alquiler y, sinceramente, no me esperaba que me dieran un rendimiento fijo. No acababa de creer que 50 personas fueran a subir hasta aquí para cuidar de su huerto y que, gracias a ellas, yo me pudiera dedicar a ello plenamente”

Marc creó Hortus con el apoyo de su familia para que su pasión por el campo y Can Samon pudiesen convertirse en un modo de vida. Pero, para él, este proyecto tiene también un gran aspecto emocional: “Todo el mundo que viene tiene un carácter diferente, y eso me encanta. Te explican en qué trabajan o te cuentan cosas de su día a día, y poco a poco vas tejiendo una red con ellos”, explica. Hay gente que lleva más de siete años con su huerto, y con ellos ha logrado crear un vínculo muy especial. “A mí me hace mucha ilusión ver a la gente feliz aquí. Ahora ya me he acostumbrado, pero al principio me emocionaba. Hay gente que trae aquí a sus padres, que tuvieron huertos tiempo atrás, o padres que vienen acompañados de sus hijos pequeños. La gente está dando un valor excepcional a algo que para mí es totalmente natural”, confiesa.

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Quizás por eso el proyecto no se paró ahí. A raíz de la buena acogida de Hortus, Marc decidió crear una granja-escuela como proyecto paralelo para que, de la misma forma en que él pudo disfrutar de una bonita infancia en Can Samon, otros niños y niñas también puedan vivir experiencias parecidas que recuerden cuando sean mayores: “Los colegios vienen mucho a la granja-escuela. Yo puedo estar en el terreno y explicar en primera persona cómo se llama el caballo y cómo lo cuido cada día, o contarles curiosidades sobre el día a día en la granja”, explica Marc.

Este giro de guión en la carrera profesional de Marc ha permitido que la esencia de la masía de sus abuelos no desaparezca y que, como él mismo dice, en Can Samon “sigan pasando cosas”. Pero, para Marc, el trabajo que hacen con Hortus va mucho más allá. El retorno social de un proyecto como el suyo es vital: “Intento hacer cosas que puedan aportar algo, que generen valor. No solo a mí, sino también a los demás, y sin hacer daño al planeta”, asegura. Porque si hay algo que este publicista reconvertido tiene claro es que no podemos seguir viviendo de espaldas al campo: “Que la gente esté dando ese valor de excepcionalidad a un huerto tal vez sea un síntoma de que hay algo que no estamos haciendo del todo bien”.

Fotos de WTTJ

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