¿Puede uno realmente ser amigo de sus empleados?

15 juil. 2020

7min

¿Puede uno realmente ser amigo de sus empleados?

Al principio todo iba bien: tu empleado se dedicaba plenamente a su trabajo y tu también. Pero después de compartir algunos momentos tensos por el retraso de un proyecto y varias risas en el día a día, la complicidad se instauró entre vosotros sin previo aviso, y lo cierto es que fue bienvenida. Más adelante, los afterworks ya no eran suficientes para satisfacer vuestra admiración mutua, así que empezásteis a veros los fines de semana, a invitaros a vuestras respectivas casas con vuestras familias, e incluso a planear vacaciones juntos. Pero hay un detalle, nada insignificante: tú eres el jefe y él tu empleado. ¿Quiere decir eso que se trata de una amistad imposible?

Es bien sabido que la amistad entre compañeros de trabajo es un valioso estímulo moral y una garantía para el rendimiento del equipo en un entorno profesional que a menudo genera mucho estrés.

Si bien este enfoque es comúnmente aceptado entre los empleados, no podemos negar que la relación entre un superior y su subordinado plantea dudas sobre la equidad de la gestión. No obstante, gracias a las aspiraciones de una generación joven con ganas de innovar, la amistad en el trabajo, por encima de cualquier principio jerárquico, es un tema que está ganando importancia.

Aunque es cierto que facilita la toma de decisiones en tiempos de crisis y hace que el directivo pueda contar con alguien de confianza en el equipo, una amistad entre trabajadores de distinto nivel jerárquico, si se gestiona mal, puede dar lugar a conflictos de intereses que podrían acabar deteriorando el ambiente de trabajo y dividir al equipo. 

¿Qué piensan de ello (realmente) los empleados?

En España, la relación entre jefe y empleado todavía está en muchos casos anclada en una mentalidad del pasado dominada por los principios jerárquicos. Aunque las nuevas generaciones tienen un concepto más abierto del mundo laboral, lo cierto es que en el trabajo se producen más fricciones que amistades: el 87% de los españoles opinan que su jefe no valora el trabajo bien hecho, y no se sienten por lo tanto reconocidos. Son datos del Índice de reconocimiento en España, informe realizado por la empresa Amstel y el instituto de investigación MyWord. Según el mismo informe, el 80% de los directivos tienden a destacar más los errores que los aciertos de sus subordinados. Por su parte, los empleados tampoco parecen ser mucho más benevolentes con sus jefes: el 61,5% de los españoles admiten criticar a sus jefes cuando se reúnen con sus amigos.

Está claro que estas cifras no sientan una buena base para forjar relaciones amistosas de igual a igual en el trabajo. Sin ir más lejos, la palabra jefe está impregnada de connotaciones que sugieren dominio y superioridad. Etimológicamente procede del francés chef, que a su vez se deriva del latín caput (cabeza), parte más importante del cuerpo, de manera análoga a cadete, capitán o caudillo.

Esto explica que las amistades en el lugar de trabajo hayan estado confinadas durante tanto tiempo a personas del mismo nivel jerárquico.

Sin embargo, la horizontalidad de las relaciones impulsada por el sector de las startups, que fomenta modos de comunicación más informales que rompen moldes y promueven la colaboración, ha difuminado considerablemente las normas de proximidad en las relaciones laborales. Los más jóvenes acostumbran a mezclar sin problemas el compañerismo con la amistad en el entorno laboral. 

El Informe Randstad Award de 2016 también destaca la importancia tener una buena relación con tu responsable y afirma que “el 49% de los trabajadores españoles busca un ambiente de trabajo agradable”. El informe asegura que “para construir un clima laboral sano, es importante que el vínculo que une a las personas con sus superiores sea lo más amable y correcto posible, manteniendo una relación estrecha en su justa medida: sin excederse en la confianza, ni dificultando la comunicación”.

Amistad con un subordinado: ¿buena idea?

Forjar una amistad con un colaborador que no esté en el mismo nivel jerárquico que tú nunca puede ser neutral e incluso puede llegar a ser perjudicial para los intereses de la empresa

En primer lugar, porque la amistad incluye una buena dosis de intimidad, lo cual es incompatible con las responsabilidades y prerrogativas inherentes a un jefe. Es muy difícil mantener en secreto información estratégica confidencial con un compañero a quien por otro lado le confiesas los problemas de tu vida en pareja. Además, en el caso de que surgieran rivalidades laborales, estas informaciones podrían convertirse muy fácilmente en una arma de desprestigio mutuo. Después de todo, entre el amor y el odio, solo hay un paso.

El riesgo de confusión de roles es otro problema que el periodista estadounidense Peter Kiefer ya planteó en 2016 en un artículo para Business Insider titulado Millennials are learning the hard way that your boss is not your friend (“Los millennials han tenido que aprender por la fuerza que el jefe no es un amigo”). Según Kiefer, es la creciente introducción de modos informales de comunicación corporativa (compartir chistes, usar herramientas de comunicación de equipo como Slack o Basecamp, etc.) lo que puede dar lugar a confusión, y las generaciones más jóvenes están particularmente expuestas a ello.

La verdadera amistad requiere una relación igualitaria para poder florecer. Sin embargo, la relación empleador-empleado induce una relación de dominante a dominado que el psicólogo holandés Geert Hofstede destacaba en su Teoría de las seis dimensiones culturales con el concepto de distancia jerárquica, que se define como “el grado de desigualdad en el poder y la autoridad que un miembro de un grupo acepta y espera entre su superior y él mismo”. Dicha teoría defiende que cuanto mayor es la distancia jerárquica, menos una persona tenderá a oponerse una situación que considere desigual. Como gerente, uno tiene más flexibilidad para poder ponerse a la altura de un empleado y adoptar diferentes roles (te hablo como amigo, como jefe…).

El segundo motivo por el cual la amistad a distinto nivel jerárquico nunca puede ser neutral es porque el gerente está comprometido con la reputación de la empresa, y en ello debe ser ejemplar. Esta ejemplaridad pasa necesariamente por la equidad y por una total transparencia en las reglas de concesión de recompensas (primas, promociones, etc.).

No olvidemos que el sentimiento de injusticia, y sobre todo la falta de reconocimiento, sigue siendo el principal factor desmotivador dentro de la empresa.

Cuanto más amigo eres de tu empleado, más lo discriminas

Thierry Nadisic, profesor de comportamiento organizacional de la prestigiosa escuela de negocios francesa EM Lyon Business School y autor del libro Le management juste (El management justo), identifica tres tipos de sentimientos de injusticia en las empresas: la injusticia distributiva (salario distribuido de forma no igualitaria o no vinculado al mérito), la injusticia de procedimiento (no tener en cuenta la opinión del empleado o su exclusión del proceso de toma de decisiones) y, por último, la injusticia interactiva (el sentimiento de invisibilidad del empleado o su exclusión física del grupo). 

Es precisamente en este último punto donde la relación de amistad entre empleador y empleado ejerce una presión peligrosa. Por un lado, el favoritismo de un gerente hacia su “amigo” puede ser perjudicial para el resto del equipo. Por otro lado, si la complicidad se demuestra de manera demasiado explícita o es percibida como invasiva en el lugar de trabajo, el empleado-amigo se arriesga a ser considerado como “el favorito”, lo cual puede generar tensiones, deteriorar el ambiente de trabajo o incluso hacer que el empleado sea dejado de lado por parte de sus compañeros.

Por último, una búsqueda exacerbada de la equidad podría, de modo algo paradójico, llevar al gerente a tomar medidas discriminatorias hacia ese colaborador-amigo. Según un informe del Journal of experimental social psychology basado en ocho experimentos en Estados Unidos, los jefes, en su intento de ser justos, conceden menos bonificaciones a los empleados que son también amigos, aunque estos se las merezcan.

No debemos olvidar tampoco que la relación de amistad puede inhibir la capacidad de decisión o de disciplina de un gerente o incluso distorsionar su juicio: es difícil dar feedback sobre posibles debilidades profesionales durante una entrevista de evaluación anual sin que el empleado-amigo se lo tome como reproche personal y sin que este le provoque un resentimiento hacia el jefe-amigo. La situación también podría generar un exceso de confianza en el empleado-amigo, lo cual podría conducir a un comportamiento reprobable o incluso a un abuso de poder (acoso moral o sexual).

Consejos para conseguir una relación sana con tus empleados

“En lugar de buscar la amistad a cualquier precio, es mejor tener una relación de cordialidad con tus empleados”. Amy Cooper Hakim, especialista en psicología industrial y organizacional

  • Desde el principio de la relación, establece junto con tu empleado las reglas de conducta y los límites que no se deben cruzar en el espacio profesional y personal. Por ejemplo, la necesidad de no ser demasiado informales, no utilizar apodos, o no hablar del trabajo fuera de la oficina. 

  • Hazle entender desde el inicio que no se le concederá ningún privilegio y que las reglas son las mismas para todos.

  • Al mismo tiempo, es necesario aclarar los papeles respectivos de cada uno. Aunque no se trata de ocultar ante el equipo la conexión que compartes, recuerda que la discreción es la base de la confianza.

  • Mantén deliberadamente la asimetría de información con tu amigo-colaborador. Nunca debes revelar información confidencial o sensible. Y sobre todo, nunca compartas información sobre otro empleado.

  • Limita las confidencias personales (especialmente las relacionadas con tu vida privada o tu salario).

  • Distingue entre los distintos niveles de comunicación: empieza tus intervenciones con “Te hablo como amigo”, “Te hablo como jefe”, etc.

  • Fuera del horario de oficina, opta por lugares de reunión compartidos con todo el equipo que se enmarquen dentro de las actividades de ocio dedicadas a fomentar el espíritu de equipo (evita las reuniones individuales). 

  • En el caso de que te desacredite o desafíe tu autoridad en público, no dudes en recordarle las normas a tu empleado-amigo por medio de una crítica constructiva. Intenta averiguar por qué no se adhiere a las reglas. 

  • No aceptes a tus amigos-empleados como “amigos” en las redes sociales a excepción de aquellas de índole profesional como Linkedin o Viadeo. Olvídate de Facebook y de Instagram: seguro que no tienes ningún interés en que tus vacaciones, tu vida familiar o tus hobbies se hagan públicos.

Así pues, ya lo has oído. Se trata de mantener una actitud profesional y no personal en el trabajo. Sin embargo, esto no te debe impedir mostrar la simpatía y la empatía necesarias para crear un ambiente positivo . El secreto está en mantener un comportamiento y un temperamento “amable”. Ten en cuenta que, a diferencia del respeto y el reconocimiento, la amistad no figura en la lista de prioridades de los empleados.

Foto de WTTJ

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