Así impacta la crisis a los trabajadores en asociaciones. Testimonios

23 abr 2020

5 min

Así impacta la crisis a los trabajadores en asociaciones. Testimonios
autor
Olga Tamarit

Freelance Content Creator

ONG, asociaciones y organizaciones solidarias, lejos de frenar su actividad, estos días han redoblado esfuerzos para hacer frente a los problemas causados por la pandemia. Pero, ¿cómo lo están consiguiendo? ¿A qué problemas se enfrentan? Hablamos con trabajadores y voluntarios para conocer la realidad de quienes siguen trabajando para ofrecer apoyo a quienes más lo necesitan.

Es complicado determinar el número exacto de asociaciones y organizaciones solidarias que hay en el territorio español. Ana Benavides, directora de la Fundación Lealtad, que promociona las buenas prácticas y transparencia de las ONG españolas, calcula que deben estar en torno a las treinta mil. Según el último informe de la plataforma Acción Social, estas asociaciones están enfocadas en tres campos:

  • la acción social
  • la atención sociosanitaria
  • la inserción

El perfil de los trabajadores en este sector es ligeramente más joven que en otros sectores, con un alto nivel de estudios y una fuerte presencia femenina (dos de cada tres trabajadores son mujeres).

En cuanto a quienes colaboran con ONG y asociaciones de manera voluntaria, en el territorio español son más de un millón de personas, por lo que su ausencia pondría en peligro la supervivencia de muchas de estas organizaciones, en las que los voluntarios suponen casi el 50% de la plantilla.

Y en lo que respecta a la labor que realizan, los datos despejan cualquier duda: en más de un 85% de estas entidades los trabajadores y voluntarios desempeñan funciones de sensibilización, captación de recursos y atención directa a los más vulnerables.

Llegar a quien más lo necesita

Las mujeres, los niños, las personas con discapacidad y los desplazados son quienes tienen mayor riesgo de sufrir devastadoras pérdidas por la crisis sanitaria actual, según declaraciones del secretario general de la ONU, António Guterres en un reciente llamamiento a la comunidad internacional. La Fundación Diversitas conoce bien la problemática, pues desarrolla su actividad en Madrid con personas y familias en situación de vulnerabilidad a través de diferentes programas de inserción en los que Ana Pujol trabaja como voluntaria.

Desde hace varios años, Ana invierte cuatro horas semanales en impartir clases de informática a analfabetos digitales, en su mayoría migrantes en búsqueda de empleo. Aunque estas clases presenciales se suspendieron al inicio del confinamiento, esta vecina madrileña ha encontrado la manera de seguir apoyándolos a través de un seguimiento telefónico que le permite determinar “en qué situación se encuentran y de qué manera Diversitas puede echarles una mano”. Por ahora, han conseguido repartir ordenador portátiles entre muchas familias y Ana se plantea ir un paso más allá: continuar sus clases de forma remota y evitar así que sus alumnos se queden aislados durante la pandemia.

De hecho, el aislamiento es uno de los grandes riesgos a los que se enfrentan los colectivos más vulnerables. Lo confirma Amparo Azcutia, trabajadora social de la asociación Hogares Compartidos, una iniciativa para personas mayores en riesgo de exclusión social que ofrece viviendas supervisadas y programas integrales para este colectivo. Los trabajadores y voluntarios de esta asociación han seguido trabajando durante el confinamiento, muchos de ellos a través de un programa de acompañamiento telefónico. Según nos cuenta la trabajadora social, “este tipo de voluntariado remoto ha sido todo un éxito”, ya que el número de personas que se han acercado a la asociación para echar una mano ha aumentado de manera exponencial en menos de un mes.

Pero no siempre se puede llegar de manera remota a quienes lo necesitan. Es el caso de las personas sin techo y con los que Nelo, voluntario en la asociación Amigos de la calle, colabora desde hace cinco años. Antes de la crisis, esta asociación se organizaba mediante rutas de apoyo y seguimiento cada domingo. Pero las cosas han cambiado: desde el día 15 de marzo salen casi a diario porque temen que la situación actual pueda desbordar a este colectivo. Los voluntarios se organizan mediante turnos rotativos, nos cuenta Nelo, y con un certificado expedido por la propia asociación que les permite seguir ejerciendo su labor y repartir alimentos, ropa e incluso mascarillas entre las personas que viven en la calle.

También durante estos días, el empeño de grandes instituciones como Cruz Roja está siendo el de reforzar su atención a los colectivos más necesitados. Con este objetivo ha lanzado el plan Cruz Roja Responde frente al Covid-19 para las personas en situación de vulnerabilidad. Cuenta con más de 40.000 voluntarios y un presupuesto de unos once millones de euros, que se destinará a cubrir necesidades básicas de familias, realizar seguimiento de personas vulnerables y asistir psicológicamente a otras en situación de soledad.

Objetivo: alimento para todos

Maribel Navarro, secretaria del Banco de alimentos de Valencia, responde al teléfono con voz ronca y confiesa que estas semanas de trabajo están siendo muy duras. El número de personas que llaman a sus puertas ha aumentado de manera significativa desde que comenzó la pandemia, lo que les ha llevado a una situación límite. En condiciones normales, esta entidad da servicio a 100.000 personas al mes a través de sus 55 delegaciones. Sin embargo, en estos momentos la demanda se ha multiplicado por cuatro.

Pero no todo son malas noticias. Maribel Navarro asegura que durante la crisis se ha producido “un tsunami de ayuda tanto de empresas como de voluntarios” que se han volcado con el banco de alimentos de Valencia. Afortunadamente, pues “la mayoría de voluntarios de la federación eran jubilados que han tenido que permanecer en casa desde el inicio del confinamiento por ser grupo de riesgo”, recuerda Navarro. Sin apenas personal para hacer frente a la avalancha de trabajo, se han visto sorprendidos por muchos jóvenes dispuestos a echar una mano.

En muchas ocasiones, el apoyo de las empresas es también crucial para el desarrollo de estas campañas. Algunas, incluso, han optado por transformar su actividad durante la crisis. Es el caso de la consultora de innovación Square Ventures que, en vez de acogerse a un ERTE, embarcó a sus trabajadores en #Hambrecero, un proyecto a nivel nacional de recogida de alimentos. Según explica, el día a día de sus más de 100 trabajadores es frenético, “desde que comienzan a las ocho de la mañana hasta que vuelven a casa, muchos días de madrugada”, cuenta Álvaro Cuadrado, que coordina desde Madrid esta campaña a nivel nacional. En apenas un mes, esta iniciativa ha logrado entregar más de 200 toneladas de alimentos a medio millón de personas.

La situación en los centros de animales y protectoras

Sin apenas voluntarios durante las dos semanas en las que toda actividad no esencial permaneció paralizada, ni adoptantes, los centros de acogida y refugios de animales están al límite. Esther Doménech, que trabaja en las oficinas del Centro Canino Ribamontes, cuenta que durante el estado de alarma ha podido trabajar de manera remota pero desde que la semana pasada volvió a su puesto de trabajo, lo que más están echando en falta es a los voluntarios. Este grupo de unas veinte personas se ocupa de ayudar a bañar, pasear y sociabilizar con los perros, tareas esenciales aquí. Desde que se levantaron las restricciones que afectaban a las actividades consideradas no esenciales, se les dio la oportunidad de volver, pero solo lo ha hecho la mitad.

A donde nadie ha vuelto es al refugio de animales SVPAP. Este centro, que acoge a unos 200 animales entre perros y gatos, ha decidido cerrar las puertas al voluntariado por razones de seguridad mientras dure la crisis sanitaria. “Hemos paralizado la mayor parte de nuestras acciones ya que la mayoría, salir a dar paseos, charlas en colegios, adopciones de animales, son inviables en estos momentos”, cuenta Vicente Thomas, secretario y portavoz del refugio.

Los únicos voluntarios que siguen activos son los del personal de limpieza, unas cinco personas, que trabajan los domingos y festivos para evitar que el refugio se convierta en un foco de infecciones. Thomas lleva años como voluntario aquí y, aunque está continuando su labor desde casa, echa de menos trabajar en el terreno. Desde esta asociación son optimistas y esperan poder volver pronto a la normalidad.

¿Y después?

Según Ana Benavides, tras la pandemia surgirán nuevas formas de colaborar por vías telemáticas complementarias al voluntariado tradicional. Saber adaptarse a las estas nuevas tecnologías será el reto de asociaciones, trabajadores y voluntarios. Los efectos del coronavirus van a golpear los cimientos económicos y sociales de muchas asociaciones y factores como la sostenibilidad en la financiación, la capacidad de reacción de las Administraciones, la flexibilidad o el compromiso de la sociedad serán claves para asegurar su sostenibilidad.

Foto de WTTJ

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