Los 7 tipos de compañeros que ha provocado el teletrabajo por obligación

25 mar 2020

3 min

Los 7 tipos de compañeros que ha provocado el teletrabajo por obligación
autor
Marlène Moreira

Journaliste indépendante.

Ante la crisis sanitaria causada por el coronavirus, las empresas se han visto en la obligación de tomar medidas sin precedentes. Para muchos, esto se traduce en el abandono de su rutina diaria y en la reinvención de su método de trabajo, forma de comunicarse con sus compañeros y organización cotidiana para adaptarlos al teletrabajo. Desde la persona que lleva el pijama como segunda piel hasta la que hace malabarismos con biberones y diapositivas, aquí te ofrecemos una descripción de los 7 tipos de teletrabajadores por obligación que hemos identificado y que tú seguramente ya conoces. ¡Mejor reír que llorar!

El que ha dejado de vestirse

No le queda el menor vestigio de decencia estilística y la decisión más difícil que debe tomar durante el día es elegir entre el chándal, los leggings o el pijama. Al principio, al menos se esforzaba por disimular: el primer día de confinamiento, llevaba una camisa perfectamente planchada para la videoconferencia de la mañana. Parecía estar de punta en blanco, hasta que un desafortunado movimiento de la cámara web reveló el elástico de su pantalón de pijama. Desde entonces, afirma que su conexión a internet no es lo suficientemente potente para permitirle poner la cámara. Sin embargo, no parecía tener problemas de conexión cuando estaba jugando Fortnite el día anterior… Pero como tú también estabas en línea a pesar de que eran solo las tres de la tarde, prefieres no decir nada al respecto.

El padre (o madre) abnegado

Ha hecho todo lo posible para seguir con su rutina de trabajo como si nada hubiera cambiado, pero es la persona más divertida de ver en videollamada: “Como explicaba nuestro interlocutor alemán, un enfoque disruptivo de resolución de problemas podría… ¡Por favor, Enzo, te he dicho que dejes al gato en paz!… abrirnos un lugar en el mercado”. Aunque admiras su resiliencia, su expresión tensa muestra claramente que no resistirá dos semanas más.

El que ha tocado fondo

Necesita desesperadamente las sesiones de brainstorming, las presentaciones de informes y, sobre todo, la cafetera. Sin su dosis diaria de jerga profesional y salidas después del trabajo, el pobre no es ni la sombra de lo que solía ser. Después de dos días en casa, sospechais que ha empezado a hacer lluvias de ideas con su perro. La pizzería de la esquina (a la que ha llamado ya ocho veces solo para poder interactuar con alguien) ha empezado a negarse a hacerle más entregas a domicilio.

El imperturbable

Ha creado una oficina utilizando la mesa del salón, una “zona de pausa” entre el fregadero y la lavadora, y hasta se ha comprado un café malísimo porque le recuerda al de la cafetería del trabajo. Es la única persona que no ha entendido que la cuarentena es la ocasión ideal para dormir hasta tarde, por lo que se sigue despertando a las 7:30 de la mañana, como siempre. Después de darse una ducha, elige una corbata que combine con su camisa y prepara su comida para el mediodía. Comida que se va a comer fría, delante del ordenador y con cubiertos de plástico, claro está, para no perder las buenas costumbres. Incluso crees que ha buscado en YouTube una lista de reproducción de tipo “sonidos de oficina” para recrear la atmósfera del open space.

El alarmista

La semana pasada, se sobresaltó cuando estornudaste en una videoconferencia. “¡EN EL CODO, POR DIOS, EN EL CODO!” te gritó, lo que casi provoca un infarto a tu compañera Isabel, que tenía el volumen de los auriculares al máximo. Después de lavarse vigorosamente las manos con gel hidroalcohólico, te informó que solo se comunicaría por correo electrónico de ahora en adelante. Por supuesto, eso fue antes de que viera en las noticias que los teclados y pantallas son un verdadero nido de microbios.Por lo tanto, ha tomado la decisión de escribir únicamente con los codos. Eds mernops prásctikco, pwerto fuynciobna.

El detective de Interpol

Con él, no hay pereza que valga. Le impone a todo el mundo un ritmo militar: una reunión para definir las tareas por la mañana, otra para hablar sobre el avance de los proyectos por la tarde y una tercera al final del día para ponerse al corriente de todo el trabajo realizado. Ha aprovechado la reducción del volumen de trabajo para organizar sus correos y desempolvar todos los proyectos que se habían dejado de lado en los últimos tres años. Entre cada búsqueda en su buzón de entrada, te habla por Skype sin previo aviso y calcula cuánto tiempo tardas en responder: “¿8 minutos? ¿Qué estabas haciendo? ¡Vas a tener que ser más reactivo la próxima vez!”. Ya ni siquiera te atreves a quejarte en voz alta por miedo a que haya instalado micrófonos en tu casa.

El jubilado precoz

Aunque generalmente tiene una actitud muy profesional, a distancia su buena voluntad es como las mascarillas: todos saben que existen, pero ya nadie puede conseguir una. Entre el yoga por la mañana, las temporadas de Juego de tronos que ha empezado a volver a ver y las siestas de cuatro horas, es un poco difícil que avance en sus proyectos. Como mucho, responde a los correos dos veces al día (mientras se descarga el siguiente episodio de la serie) y, de vez en cuando, mueve el ratón del ordenador para hacer creer que todavía está activo en Slack.

Traducido por Andreína Gil

Foto de WTTJ

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